domingo, 16 de agosto de 2009

AKI EL FINAL DE ADICCION

Bueno a pesar de que aun no he recibio noticias del abogado, y aunq me exponga a mas problemas, aki os dejo el capi 34 y ultimo de adiccion, para q no os kedeis a medias.

Espero q lo disfruteis. Besos.



Capitulo 34


Lucas paró en seco con el hacha levantada ante mi cabeza, se quedó ahí quieto, esperando a que me moviera y le dejara paso para realizar aquello que se proponía, pero yo no me iba a quitar, no le iba a permitir que se convirtiera en un asesino y, mucho menos, que se convirtiera en el asesino de su hermano.
- Bianca por favor apártate – me suplicó.
- No, no te dejaré cometer tal estupidez, ¿es que te has vuelto loco o qué?
- No es eso mi ángel, pero si no lo hago mañana cuando Adam despierte sabrá lo que ha pasado y tu secreto será revelado – volvió de nuevo a mirar a su hermano con el hacha aún agarrada en su mano, pero con ella bajada – no quiero, no es que él y yo nos llevemos bien, pero tampoco quiero matarlo.
- Pues no lo hagas, tú mismo lo estás diciendo, no lo quieres hacer …
- ¡Pero debo hacerlo…!
- ¡¡NO!!, ¡No debes! – nos miramos como nunca antes lo habíamos hecho, por primera vez desde que nos conocimos nos medimos como oponentes, como enemigos que se van a enfrentar, esa sensación me apenó y no me gustó para nada, no quería verlo como enemigo, como alguien a quien atacar, a pesar de todo, de las mentiras, de los tapujos, de las verdades a medias, amaba a Lucas con toda mi alma, con todo mi ser, eso no iba a cambiar, no lo haría, de ello estaba segura, sin embargo tampoco estaba dispuesta a dejar que cometiera aquello por lo que supuestamente luchaba contra los de mi especie, contra los vampiros, no iba a dejarle convertirse en un vil asesino sin escrúpulos por mucho que le doliera el tener que hacerlo, eso no era escusa, obviamente. – Vayámonos de aquí, ahora, juntos, tú y yo solos – le supliqué de forma instintiva, sabía que mi secreto peligraba y la única forma de salir bien parados de aquel error que había cometido era escapar juntos, sin mirar atrás, solos él y yo, comenzar de nuevo en algún lugar alejado de todo, de todos cuantos conocíamos, de medianoche y de su influencia, de vampiros, de fantasmas e incluso de los cruces negras, era lo mejor que podíamos hacer y debíamos hacerlo, por nuestro bien y por el de los que nos rodeaban.
Lucas me miró penetrándome con su mirada, la cual estaba cargada de dudas, de confusión, de temor, pero sobre todo de esperanza, de aquella que le otorgaba agarrarse a una vía de escape. Pero cuando parecía que había tomado una decisión, sentimos el gélido aire a nuestro alrededor, el frío se convirtió entonces en un compañero más, en un ser presente en el patio en el que nos encontrábamos, tan patente, tan tangible como lo éramos Lucas y yo. Lo supe antes de que sucediera. Me sobresalté, Lucas intentó aproximarse más a mí, pero su cuerpo salió disparado hacia la pared en la que se encontraba el inconsciente Adam, golpeándose fuertemente contra ella, como un pelele sin vida ni fuerza propia. Quise aproximarme a él, pero mis pies estaban pegados con hielo al suelo de la pequeña estancia, el hielo subía lentamente por mis pantorrillas haciendo que el frío helara la sangre que corría por mis piernas. No lo veía, pero lo sentí, sentí la presencia que tantas veces en ese año me había perseguido, la sensación de estar siendo observada, de que me habían pillado aún sin quererlo, los fantasmas, al fin, habían dado conmigo.
Me noté flotar, sentí como dejaba mi cuerpo y ascendía mientras la carne y los huesos que componían la parte carnal de mí quedaban de pie, inmóviles sobre el suelo con los pies abrazados por el hielo, mientras mi esencia, aquello que el resto de la humanidad llama alma, ascendía lentamente hacia el cielo ennegrecido por la oscuridad de la noche. Me miré las manos, casi transparentes, sin un color definido pues los colores del almacén se desdibujaban con los míos propios, de golpe paré suspendida en el aire, como si fuese una nube que permanece en el cielo quieta, presente, pero poco definida.
- Por fin te encuentro Bianca – la voz ronca, penetrante y pétrea de un hombre invadió mi mente. Giré 360º sin ver nada más que nubes poco espesas y blanquecinas a mi alrededor, no podía sentir la humedad que éstas dejaban a su paso, pero si notaba el paso del aire por mi nariz.
- ¿Quién eres? – pregunté en voz alta. No obtuve respuesta. “Esto es fruto de mi imaginación, estoy alucinando solo eso”
- ¿Eso es lo que crees? – de nuevo la voz resonó alta y clara dentro de mi cabeza. No podía notar mi pulso, pero si lo hubiera hecho de seguro estaría a mil por hora.
- ¿Quién eres? – volví a preguntar esta vez dentro de mi cabeza, al recordar cómo la fantasma que nos atacó a Balthazar y a mí en el aula de Tecnología Moderna, se había metido en ella para decirme que tenía que morir para salvarme.
- Eso no importa, lo único que importa es tu vida y la de Lucas.
- ¿Lucas? ¿Qué tiene que ver Lucas con todo esto? – no entendía el porqué de que esa voz ronca y empalagosa, etérea por completo, pero fuerte y firme a su vez, tenía que meter a mi novio en esto.
- Él ya está metido, desde su mismo nacimiento.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo sabes Bianca, tú conoces la verdad, - ¿por qué todo el mundo se empeñaba en decirme siempre lo mismo? ¿a qué verdad se referían? – a la verdad sobre tu nacimiento y el de Lucas.
- ¿Mi nacimiento y el de Lucas? – seguía sin entender porque el nacimiento de Lucas era importante, el mío tenía un pase, era algo raro, un acuerdo sobrenatural entre dos especies en guerra, pero ¿Lucas?, ¿qué tenía que ver él en todo esto?
- Nunca te ha hablado de su padre ¿verdad? – la voz del fantasma se fue volviendo de golpe triste, melancólica, al decirme aquello.
- ¿Su padre? – le pregunté, pero la voz no volvió a contestar.
- Bianca piensa por favor …
- ¿Qué tiene que ver el padre de Lucas en todo esto?
- Ahora eso no importa…
- ¡¡SI, SI IMPORTA!! – le espeté usando todo el volúmen de mi voz en mi mente de lo que era capaz - ¡Estoy harta, harta de que todo el mundo, humano, vampiro o fantasma, me oculte las cosas! ¿Qué es lo que está mal conmigo? – me pregunté más para mí misma que para el fantasma.
- No pasa nada contigo – me contestó ante mi sorpresa – Bianca eres especial y eso lo sabes ¿verdad?
- Si ya lo sé, nacen muy pocos vampiros en este mundo, lo sé.
- ¿Crees qué solo es por eso por lo que eres especial? – me quedé petrificada, incluso allí en las alturas me congelé y no por el frío precisamente.
- ¿A… a qué te refieres con eso? – balbucí las palabras en mi mente como lo habría hecho con mi boca.
- Tú sabes la respuesta – dijo la voz riéndose sarcásticamente de mí.
- ¡No, no lo sé! – estaba enrabiada a más no poder, no entendía la obsesión de todos al decirme aquello, si lo supiera ya lo sabría ¿no?
- Bianca ¿sabes por qué la Sra. Bethany ha estado buscando fantasmas? – asentí al aire, pero estaba segura de que estaba siendo observada por él - ¿Estás segura de la razón que la ha llevado a ello?
- Si, o eso… eso creo – le dije perpleja ante su pregunta.
- Te escucho
- Esto… pues… - inspiré hondo, era un poco difícil hablar con el aire mientras pensaba en aquello que me había llevado a aquella conclusión – la Sra. Bethany los ha estado conduciendo hasta Medianoche para aprender a enfrentarse a ellos y poder destruirlos – le contesté con voz tímida y dudosa ante sus comentarios.
- Si, tienes razón – suspiré de alivio – en parte
- ¿En parte?
- Si, en parte. ¿Sabes lo que reclaman los fantasmas a cambio del milagro de tu nacimiento? – asentí de nuevo - ¿Crees que los fantasmas fueron solo a Medianoche porque los humanos fueron hasta allí? – no sabía adónde quería llegar, pero al menos parecía que no tenía reparos en darme información - ¿De verdad piensas que todos los esfuerzos de la Sra. Bethany han sido simplemente para aprender a matar fantasmas eficazmente? – no, no lo creía, pero no tenía otra explicación más convincente. El fantasma se rió, su risa sonó lejana, como si estuviese a kilómetros de distancia en vez de, según suponía yo, a unos cuantos palmos de mí – Bianca ¿Te han contado de dónde provenimos los vampiros y los fantasmas?
- Sí, pero … - intenté replicar, pero de nuevo la voz me interrumpió.
- ¿No te has dado cuenta de que tanto tú como Lucas sois ahora un anexo entre ambos?
- ¿Un… un anexo? – mi perplejidad y congoja iban en aumento cuanto más preguntaba el fantasma.
- Sí, un anexo, algo que une los dos mundos
- ¿Pero cómo…, cómo vamos a ser nosotros una unión entre algo que está separado hace siglos, incluso milenios? – de pronto una silueta de un hombre fornido, de hombros anchos y musculosos, de pelo corto y puntiagudo, apareció ante mí, su cuerpo color plata se deslizaba entre las nubes en mi dirección planeando sobre el viento. Cuando llegó a mi lado posó una de sus manos sobre mi hombro, pero la sentí cálida, fuerte y vigorosa, en vez de fría y gélida como había imaginado.
- Porque vosotros tenéis lo mejor de los dos mundos ¿No crees? – dijo en voz alta, fuera de mi cabeza, le miré extrañada, seguía sin entender adonde quería llegar con aquello – Vamos Bianca piensa, ¿qué es lo que los fantasmas envidian de los vampiros?
- Que están vivos – la respuesta acudió a mí casi sin pensarla, como si fuese algo cotidiano, una conversación normal en mi vida diaria, algo que yo había interiorizado, pero que hasta ese momento no sabía que estaba ahí.
- ¿Y qué es lo que envidian los vampiros de los fantasmas? – “nada” estuve a punto de decir, pero de repente la imagen de un Balthazar de expresión dura, enfadado ante la sola pregunta de que si se traería a su familia consigo si pudiera retroceder en el tiempo, la dureza de su respuesta y la revelación de sus palabras sobre el trato de los “alumnos legítimos” de Medianoche sobre los alumnos humanos me golpeó de nuevo. Esa imagen fue la que me hizo plantearme si en verdad los vampiros no envidiaban a los fantasmas, pero al rememorar de nuevo la seriedad y el gesto abrupto, serio y tajante que demostró Balthazar en aquel momento la respuesta, de nuevo, vino a mi mente por sí sola.
- Los vampiros envidian a los fantasmas porque están muertos, porque pudieron morir – le dije con un convencimiento pleno de ello, no sabía la razón, pero sabía que era cierto, mi intuición me lo decía.
Pero antes de que el fantasma me respondiera, algo tiró bruscamente de mí, era mi cuerpo que clamaba con violencia tenerme de nuevo dentro, dirigiéndolo y habitando en su interior. Todo pasó en un segundo, pero instintivamente miré al cielo para intentar ver al fantasma sobre mi cabeza, pero mis ojos me jugaron una mala pasada no queriéndose adaptar, aún así la voz del fantasma resonó una vez más dentro de mi cabeza, distante, débil, lejana.
- Piensa la razón Bianca y hallarás el camino… - pero no pude oír el resto, por el contrario otra voz resonaba cerca de mi oído, una más fuerte y más clara. Me sobresalté al girarme hacia ella y ver el rostro de Kate cerca del mío.
- Bianca ¿estás bien?. Bianca contesta – la imagen de la madre de Lucas tan cerca de mí en aquel momento me pareció peligrosa, ya que por lo que recordaba, Adam estaba tendido sobre la pared de enfrente mía, con mi mordisco en el cuello.
Busqué a Lucas, era la única persona a la que quería ver de verdad, el encuentro con el fantasma me había dejado sin fuerzas y muy debilitada aún con la sangre fresca de su hermanastro fluyendo por mi cuerpo. No lo vi, pero sentí el calor de su cuerpo y el peso de su mano sobre mi hombro antes de escuchar su voz, su aroma me golpeó intensamente, pues mis sentidos se estaban agudizando a causa de la “comida” de antes.
- Bianca ¿estás bien? – intenté enfocar su rostro, pero no lo conseguí. Noté como me levantaban del suelo en el que, al parecer, estaba tumbada, pero al hacerlo mi cuerpo se quedó flojo por completo, perdiendo la poca fuerza que tenía, mi mente se desconectó por completo y, por un minuto que me parecieron horas, la consciencia me abandonó.
Por mi cabeza pasaron muchas imágenes, algunas caóticas, otras claras como si las estuviera viendo en ese preciso instante. Gente de época, gente actual, Lucas, mis padres, Balthazar, Vic, Raquel, los miembros de la cruz negra…, todos los que conocía y otros a los que no, bailaron por mi memoria como si los hubiese conocido a todos, de hecho, parecía que los conocía, pues estaba segura de poder reconocer a cada uno de aquellos individuos y llamarlos correctamente por su nombre. Todo aquello era extraño, muy extraño, pero parecía como si los recuerdos de otra persona, de alguien que hubiera vivido muchos siglos, incluso milenios, se hubiera instaurado en mi mente tras la visita del fantasma ¿Serían sus recuerdos? Me pregunté, pero no sabía cómo obtener la respuesta. Entonces, cuando por fin todo quedó en la más absoluta de las negruras, apareció una luz al fondo de la oscuridad que me había envuelto de sopetón, la figura de una mujer se dibujó al horizonte, “Bianca, Bianca” la voz de la mujer me resultaba extrañamente familiar, “Bianca, Bianca”, repetía una y otra vez mientras se acercaba, “¿Quién eres?” pensé con todas mis fuerzas, pero la voz se esfumó y solo quedó la silueta de ésta.
Me quedé plantada como un árbol en el sitio, ante mí volvía a tener a la muchacha que me miró una vez a través de la vidriera de cristales transparentes del recibidor de la academia, aquélla era la chica que había visto, la que se había esfumado como si nada tras acercarme al cristal, era el primer fantasma con quien tuve contacto. Me paré a un escaso metro de ella, algo, como una barrera invisible me impedía acercarme más. Su pelo negro en punta y el largo chal que la cubría seguían igual, pero su cuerpo parecía más definido que la primera vez que la había visto, incluso parecía de carne y hueso al igual que yo.
- Bianca, Bianca – repetía una y otra vez. Su voz sonaba dulce, pero etérea y distante. Quise acercarme más a ella, pero la barrera invisible detuvo mis pasos, como si el cristal de la vidriera del vestíbulo de Medianoche nos separa en ese momento, en ese lugar.
- ¿Qué quieres? – le pregunté. Ella torció la boca en una mueca parecida a una torpe sonrisa, como si no recordara cómo sonreír. - ¿Qué queréis de mí?
- Os queremos a los dos
- ¿Qué dos? – pero entonces mi cuerpo quedó rígido y petrificado a la vez al recordar las palabras del fantasma de antes, me había dicho que los fantasmas nos querían a ambos, a Lucas y a mí, porque éramos un anexo, algo entre los dos mundos, el de los fantasmas y el de los vampiros, pero aún no comprendía el porqué. La fantasma al ver mi expresión sonrió, esta vez casi de una manera natural, como si no le costara hacerlo, aunque yo sabía que le era difícil sin saber muy bien porqué - ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a Lucas? – sabía que mis preguntas no eran racionales, sabía que me querían por la promesa que habían hecho mis padres, pero ¿Lucas? ¿por qué lo iban a querer a él?
- Las promesas fueron rotas, sólo queremos lo que es justo, sólo queremos lo que se nos prometió
- ¿Y qué fue? – le reté, esta vez tendría que conseguir que me dijeran la verdad, estaba harta de mentiras y parecía, muy a mi pesar, que los únicos que tenían respuesta a mis preguntas eran aquellos que querían acabar conmigo. La fantasma no contestó, solo se quedó ahí, con esa media sonrisa en la boca, torcida, me miró con malicia y complicidad, con alegría y desasosiego, todo a la misma vez. Su expresión me confundía, no sabía cómo interpretarla.
Pero cuando por fin la fantasma parecía haber decidido explicarme las cosas, cuando al fin su boca se abrió para dar respuesta a mis preguntas, mi pecho se elevó con una descarga tan brutal que me hizo daño, la fantasma gritó, un sonido metálico, chirriante, doloroso para los oídos, gritó de frustración, desesperadamente, como cuando le roban a alguien su más preciado enser, me miró con desdén e intentó cruzar el muro que nos había separado, lo golpeó con fuerza mientras la miraba desde el suelo, aterrada por su reacción, asustada por su forma de actuar, pero no tuve tiempo para seguir viendo lo que hacía, una nueva descarga invadió mi pecho, esta vez el dolor fue tan insoportable que grité de dolor, desesperada porque aquello terminara de una vez, la agonía que se estaba instaurando en mí me desquebrajaba los huesos, como si estuvieran tirando de mí desde dos sitios distintos, desde los que no era consciente. De repente las descargas terminaron y mi pecho, al igual que mi cuerpo, se relajó, haciendo que cayera de rodillas sobre la oscuridad que me envolvía.
En un segundo todo cambió, alcé mi rostro para mirar a la fantasma, pero en vez de a ella vi de nuevo al hombre que me había hecho salir de mi cuerpo. Quise que me explicara qué era lo que estaba pasando, pero desapareció sin decirme nada, todo a mi alrededor se volvía más claro, con más luz, más brillante y ruidoso. Oí voces a mi alrededor, demasiadas, confundidas, gritando cosas que no era capaz de discernir, pero entre tanto caos pude distinguir una, la única que me importaba, Lucas, él estaba muy cerca, prácticamente podría jurar que estaba a mi lado, su voz era agónica, desesperada y triste. Al principio no pude distinguir ni una palabra, solo escuchaba la melodía de su voz, su sonido, un poco lejano, pero sin poder distinguir nada en concreto, solo las emociones que en ella se reflejaban, pero poco a poco comencé a dilucidar términos, hasta que por fin la conversación que se llevaba a cabo a mi lado fue audible por completo para mí.
- Bianca, Bianca, por favor mi ángel respóndeme, por favor – Lucas estaba cogiendo mi mano, notaba su suave tacto. Quise apretársela para asegurarle que estaba bien, pero aún no tenía fuerzas para ello - ¿seguro que no necesita otra descarga?
- No – la voz de Kate resonaba cerca de mi oído, al otro lado de donde se encontraba Lucas. Me tomó la muñeca asegurándose de mi pulso – sus latidos son fuertes, además otra descarga sería peligrosa para ella y para nosotros, está empapada y el agua no es un buen amigo de las descargas, ya lo sabes.
- Lo sé, lo sé, pero … - a Lucas se le quebró la voz, estaba sufriendo y por mi culpa, me golpeé mentalmente por hacerle aquello y quise despertar para tranquilizarlo y abrazarlo entre mis brazos.
- Ella es fuerte y muy valiente, saldrá de ésta – me enternecieron las palabras de Kate.
- ¡Vamos, salid de aquí a qué esperáis! – la voz de Eduardo era seria, enfadada, en guardia. La verdad era que a mi alrededor se escuchaban gritos y voces, estruendos que provenían de todas partes.
- ¡Aún no podemos moverla! – le espetó Lucas con la misma rabia en la voz.
- Pues será mejor que lo hagas chico sino quier…
- Lucas… – mi voz era un susurro débil y lastimero, pero Eduardo se cayó de inmediato al oírla.
- Bianca, Bianca mi vida ¿estás bien? – quería decirle que sí, asentir, lo que fuera, pero no pude. Tras varios segundos conseguí empezar a mover los párpados que me pesaban como losas de piedra sobre los ojos – Bianca vamos, sé fuerte, lucha – las palabras de Lucas me dieron las fuerzas suficientes para poder abrirlos del todo, aún así mi vista estaba borrosa y apenas podía distinguir la forma de su silueta.
- Lucas…, - dije con un poco más de volumen en la voz - ¿qué ha pasado?
- Nos están atacando – mi rostro se contrajo en una mueca de dolor, pues Lucas parecía tenso cuando añadió – los fantasmas nos han encontrado Bianca, tenemos que salir de aquí – pero cuando casi era completamente consciente de mi persona, me di cuenta de que estaba calada hasta los huesos, mis músculos se contrajeron de una extraña manera, haciendo que mi cuerpo temblara de frío sin poder controlarlo, los dientes me castañeteaban produciéndome dolor en las encías, llegando incluso hasta mis sienes - ¡Dana, trae una manta, rápido! – tras unos segundos de temblores cada vez más en aumento, Lucas me envolvió en un gruesa manta, la cual trajo un poco de calor, pero no el suficiente.
- ¿Está todo preparado? – le preguntó Kate, seguramente a Dana.
- Sí, Raquel y la Sra. Smond están ya en la furgoneta.
- Bien, ¡Vamos!
Sentí como los brazos de Lucas me elevaban fuertes hacia su cuerpo contra el cual me estrechó, echando a correr conmigo en brazos sin ningún esfuerzo. Salimos por la puerta principal del almacén, mis ojos comenzaron a definir más lo que me rodeaba hasta conseguir, por fin, poder enfocar las cosas con nitidez. Lucas nos metió a ambos en la parte trasera de la furgoneta donde nos esperaban Raquel y la Sra. Smond ya sentadas, Kate cogió el volante y Dana se sentó en el asiento del copiloto. Una vez dentro Lucas me tumbó en el suelo de la furgoneta y me abrazó para seguir dándome calor, sin embargo el estado de mis ropas, mojadas y frías, hacían imposible que los temblores disminuyeran en alguna medida.
- ¿Dónde está el punto de reunión? – preguntó Lucas tras unos minutos de silencio.
- En Boston – le respondió su madre cansadamente.
- ¿En Boston? ¡Bianca no llegará hasta Boston!¡Debemos parar para que entre en calor!
- ¡No!
- ¡¡KATE!! – la desesperación en la voz de Lucas me caló hondo.
- Lucas escúchame, hemos sido descubiertos y ya sabes cuál es el protocolo, debemos ir directamente al punto de reunión y…
- ¡Pero podemos ir a Hartford, sólo para que Bianca se caliente!
- ¡¡NO!! – Kate parecía enfadada
- ¡Pero Bianca puede morir! – me estrechó más entre sus brazos de una forma inconsciente. No me seducía la idea de morir, toda mi vida mis padres me habían dicho que viviría por la eternidad, pero ahora estaba casi segura de que los fantasmas iban a ganar esta guerra. El silencio se instauró en la furgoneta. Los temblores que hasta ese momento eran dueños de mi cuerpo aumentaron hasta convertirse en convulsiones hechas y derechas. – ¡Bianca, Bianca! – Lucas me estrechó más entre sus brazos, mientras me zarandeaba en busca de alguna respuesta por mi parte, pero no era capaz de articular ninguna palabra, todos los músculos de mi cuerpo se contraían y relajaban una y otra vez, cada vez más y más fuerte. Sentía la desesperación de Lucas mientras me arropaba lo mejor que podía.
- Kate escúchame, - la voz dulce y cariñosa de la Sra. Smond se había vuelto preocupada - ¿por qué no haces caso a tu hijo? Podemos parar unas horas en casa de Rosemary, pues supongo que será allí adónde Lucas quiere ir, al menos hasta que la niña se recupere y luego volver a ponernos en camino para ir a Boston - Kate permaneció en silencio largo rato, pero al oír el suspiro de Lucas supe que su madre le había hecho caso.
- De acuerdo, pero ya sabes que su recibimiento no será muy cordial – le respondió a su hijo, la frustración impregnaba por completo su voz.
- Gracias – Lucas suspiró. – Pronto estarás bien – me dijo susurrándome al oído.
Seguí convulsionándome en sus brazos durante todo el camino hasta Hartford, yo no tenía ni idea de quién era la tal Sra. Rosemary, pero pronto lo descubriría.
Al cabo de una hora, que se me hizo eterna y dolorosa a causa de las convulsiones, que habían menguado un poco pero no lo suficiente, por fin llegamos a nuestro destino.
- Será mejor que me adelante primero y le explique la situación – dijo Lucas cuando la furgoneta paró definitivamente.
- Sí, tienes razón – su madre parecía tensa e irascible.
- Raquel podrías… - Lucas se separó de mí, sus fuertes brazos fueron sustituidos por los de Raquel.
- Por supuesto.
Oí cómo se bajaba de la furgoneta cerrando tras de sí. Tras unos minutos volvió indicando que la tal Sra. Rosemary nos dejaba entrar en su casa. Me cogió de nuevo entre sus brazos y me llevó por un camino de piedra rodeado de magníficos rosales y diversas clases de plantas que no pude identificar.
- ¿Dónde está? – preguntó Kate.
- Ha subido a preparar el baño para Bianca, voy a subirla ¿Ok? – respondió Lucas.
- Raquel, Dana subid con él y ayudad a Bianca. Más vale que no tardes en bajar Lucas si no… - la amenaza de su madre hizo resoplar a Lucas.
La casa de la tal Sra. Rosemary era impresionantemente luminosa, con paredes blancas y olía a diferentes y suculentos aromas que se entremezclaban entre sí formando un ambiente cómodo y acogedor.
Lucas me dejó dentro de la bañera, la cual estaba llena de agua bastante caliente, no me quitó la ropa ni la manta, sino que me dejó con ellas puestas dentro del ardiente agua.
- Bueno aquí os la dejo, toda vuestra, cuidadla ¿vale? – se dirigió a Dana y Raquel las cuales me esperaban en el baño. – Te veo luego, – me dijo mientras besaba mi frente – ahora relájate y disfruta del baño - Asentí. A los pocos segundos, aún estando vestida y con la manta, me sentí más relajada al sentir el calor del agua llegando por fin a mi piel, calentándola y reconfortándola tras tanto tiempo tensionada y convulsionando.
- Bueno, manos a la obra ¿Estás mejor? – Dana se acercó a mí y comenzó a quitarme la manta y la ropa. Sentí vergüenza, pero asentí.
- Gr..gra…gracias – pude decirles a ella y a Raquel tras unos minutos más en el agua ya tibia por el frío que yo misma le había pasado.
- De nada – dijeron las dos al mismo tiempo.
Me ayudaron a ducharme y a calentarme con el agua hasta que mis músculos por fin se descongelaron y, al fin, pude hacerme cargo de mí misma. Durante el baño Dana me explicó por encima lo que había pasado, cómo al parecer Adam y yo estábamos en el patio hablando cuando el primer fantasma se apareció justo cuando Lucas entró en el lugar, cómo éste y Adam habían intentado salvarme al ver que el fantasma me tenía atrapada y cómo éste les mandó a los dos sin siquiera tocarlos de golpe a la pared, donde se golpearon y quedaron inconscientes. Lucas se había recuperado, pero Adam aún seguía inconsciente y había sido trasladado al igual que yo hasta un lugar seguro. Al parecer tenía una raja bastante profunda desde el cuello hasta el hombro provocado por el fuerte golpe que le había propinado el fantasma. Me moví intranquila, pero aliviada a la vez, no sabía cómo, pero el hecho de que mi mordisco hubiese quedado ocultado por el ataque de los fantasmas me tranquilizó un poco, aunque mi instinto me decía que mi novio tenía algo que ver con aquello. Lucas dio la alarma y todos acudieron a su ayuda, al hacerlo, me dijo que me vieron de pie con hielo hasta los tobillos y, aunque aún no se lo podían explicar del todo, mi espíritu estaba flotando por encima de sus cabezas. Al parecer lo que me salvó fue el collar que mis padres me habían regalado de cobre con la obsidiana, según me había contado Dana uno de los cruces negras del comando que se encargaba de los fantasmas lo vió tirado en el suelo y me lo puso en el cuello justo en el momento en que se dio cuenta de lo que era.
- Eso fue lo que te salvo de ese ser – me había dicho Dana, pero aún no estaba segura de cómo se había caído de mi cuello, ni siquiera recordaba que lo llevara puesto. De todas formas no me podía creer que ese fantasma en particular quisiera hacerme daño, parecía más preocupado en advertirme y hacerme comprender las cosas que en atacarme, pero no lo pude compartir con ellas, por lo que me lo guardé para mí.
Les pedí amablemente que me dejaran sola unos minutos para terminar de asearme y poder pensar. Estaba confusa ante todo lo que estaba pasado. Primero un fantasma me localiza y me advierte de que tanto Lucas como yo estamos perseguidos por los que son como él y acto seguido la primera fantasma que se me apareció regresa y casi me mata, Dana me había contado también que tras sufrir el primer ataque varios fantasmas más se habían unido al primero atacando sin compasión, reclamando algo que era suyo, pero que nadie sabía a qué se referían, claro que yo sí que estaba al tanto de ello. Al parecer todo se convirtió en un caos en un santiamén, comenzaron a aparecer estalactitas y bloques de hielo por todos lados, formándose una revolución en la que por lo visto yo quedé atrapada dentro de un bloque de hielo, una fantasma me rodeó con él, cuando por fin consiguieron sacarme de dentro de su interior mi corazón estaba parado por lo que tuvieron que desfibrilarme en dos ocasiones para que volviera a latir, parece ser que los fantasmas estuvieron a punto, al menos, de conseguir uno de sus objetivos. Todo aquello me hubiese parecido irreal si no hubiese sentido el dolor de los dos impactos en mi pecho.
Terminé de ducharme, me encontraba más relajada y caliente, un poco más fuerte, pero de todas formas estaba debilitada, aún con la sangre de Adam fresca en mi garganta. Tropecé al salir del baño, el ruido que hice fue suficiente para que Dana apareciera de nuevo por la puerta angustiada y preparada para una nueva lucha, al verme agarrada al lavabo del baño, sonrió.
- Por fin eres tú – y riéndose dejó un poco de ropa limpia y seca sobre el inodoro, lo cual agradecí.
- Dana – la llamé antes de que cerrara tras de sí la puerta.
- Sííííí
- ¿Quién es la Sra. Rosemary? – me miró un poco confundida, pero pronto su expresión cambió y se puso seria.
- Es la abuela paterna de Lucas – quedé en shock ante tal información, - pero no te preocupes es bastante guay, al menos con todos aquellos que no son Kate – me guiñó un ojo y salió del baño dejándome de nuevo sola para poder vestirme.
Si antes estaba confusa, ahora mi perplejidad era palpable. Terminé de ponerme la ropa que Dana me había dado, un pantalón vaquero y una camiseta de manga larga, la cual agradecí aún estando todavía en pleno comienzo del verano, pues aún sentía el gélido frío en mis huesos tras la ducha. Salí del baño y no me sorprendí al ver a mi chico en la puerta esperándome, su expresión era la de pura preocupación hasta que me vió aparecer, momento en que su boca se torció en una de esas sonrisas que tanto me gustaban y me dejaban sin respiración.
- Al fin sales y estás viva – me abrazó, con una risa nerviosa, su cuerpo ardía rodeándome, lo cual hizo que el mío se caldeara mucho más rápido de lo que lo había hecho con el agua caliente.
- Eso parece, por lo visto he tenido suerte – lo miré buscando explicaciones, pero sin embargo, puso uno de sus dedos en mi boca.
- Shhhhhh, tranquila mi ángel, todo a su debido tiempo – y sin más me besó violentamente, con una fuerza inhumana, desesperado, pero dulce a la vez. Nuestros corazones se desbocaron ante tal contacto, nuestras respiraciones se aceleraron y entrecortaron. Aún así, con el deseo desatándose en mí, no podía dejar aquello así, me separé con mucho esfuerzo de él.
- No, quiero saberlo ahora, por favor – le supliqué en voz baja.
- Más tarde – negué con la cabeza, pero antes de poder reprocharle nada añadió – te lo contaré, lo juro, todo, sin más mentiras ni verdades a medias, si tú quieres nos iremos, escaparemos de todo esto, pero ahora necesitas descansar, además – continuó al ver que abría la boca para protestarle – mi abuela nos espera – y sin más tiró de mi mano hacia las escalera para bajar al piso inferior donde nos encontraríamos con todos los demás.
- ¿Cuánto tiempo nos quedaremos? – le pregunté mientras bajábamos las escaleras esperanzada por sus palabras.
- Tanto como mi abuela pueda soportar a mi madre – sus ojos se tornaron preocupados de nuevo y su expresión se desinfló un poco. Supe que no conseguiría más información por el momento, pero la promesa de una extensa explicación sin reservas y de una posible huída me dio fuerzas.
Bajamos las escaleras, yo cogida de su brazo, pues la debilidad aún me recorría el cuerpo, felices y riendo, ya no importaba nada, estábamos juntos y vivos, eso era lo importante, lo demás a lo que tengamos que enfrentarnos en el futuro podía esperar, al menos, por el momento.

FIN DE ADICCIÓN.


SEGUIRÁ EN RENACIMIENTO ¿TE ATREVERÁS A SABER CÓMO SIGUE?

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