domingo, 5 de julio de 2009

ADICCIÓN

Aki os dejo los capis 29 y 30, dentro de un rato subire el 31 y 32 y por fin el nuevo capi 33.
Besitos.

Capítulo 29

Lucas y yo nos dirigimos a la cocina, una pequeña estancia situada al lado de la escalera que llevaba a la parte de arriba, se veía nada mas entrar en ella que antes era solo un pequeño sitio de reunión donde los trabajadores del almacén descansaban en su jornada para tomar un café y charlar con los compañeros, pues antaño solo tenía una pequeña encimera que ocupaba la pared de la izquierda y un pequeño hornillo que se encontraba sobre una mesa accesoria en la pared de enfrente de la puerta, justo al lado de una puerta estrecha que, según me estaba contando Lucas según entrábamos en la estancia, daba a un patio trasero donde los antiguos trabajadores podían fumar ya que, cuando ellos llegaron el lugar estaba lleno de colillas y donde ahora se llevaban a cabo los entrenamientos de los cruces negras que integraban el grupo. Sin embargo ahora, la pequeña cocina tenía un aspecto totalmente diferente al que Lucas me había descrito, puesto que en la encimera se encontraba un pequeño lavadero para fregar los cacharros que se utilizaban, el hornillo seguía en el mismo lugar, pero limpio y funcionando con una gran olla sobre él que desprendía un aroma que abría el apetito incluso al más exquisito de los paladares. Ese olor fue el que nos golpeó fuertemente nada más entrar por la puerta, una mujer pequeña y menuda llamada Sra. Smond nos saludó y nos dio la bienvenida a los dos cuando nos vio entrar en ella. Estaba sola, pero ese hecho no parecía provocarle el más mínimo sentimiento adverso.
Lucas se acercó al frigorífico que habían colocado justo en un hueco situado detrás de la puerta de entrada, era el mismo frigorífico pequeño que ya había visto anteriormente en el refugio de la cruz negra la vez pasada, sin embargo no me pasó por alto que esta vez había tres frigoríficos, uno encima del otro, que hacían las veces de un frigorífico mayor; al preguntarle a Lucas sobre ello, se rió y tras decirme varias veces lo inocente que era mientras me acariciaba la mejilla que no estaba lastimada y mantenía agarrado el hielo sobre la que si que lo estaba.
- Bianca ¿tú crees que para un grupo tan numeroso como el nuestro solo íbamos a tener una nevera pequeña para mantener los alimentos? Y es más ¿crees que solo tenemos éstos porque los ves aquí? – comenzó a reírse a mandíbula batiente. La Sra. Smond se unió a sus risas aunque éstas eran más medidas que las de Lucas.
- Y yo qué sé – dije un poco furiosa y sonrojándome ante la situación – la verdad es que no me has contado aún mucho sobre la cruz negra, ni cuántos sois en realidad, ni a qué se dedican otros grupos. La verdad es que no me has contado aún nada en realidad sobre vosotros ni siquiera como vivís en realidad, solo sé lo poco que Kate, Dana y tú habéis contado estando yo con vosotros y lo que he visto con mis propios ojos, así que ¿cómo quieres que sepa de que van las cosas o el porqué las hacéis así si aún no os habéis dignado ninguno a contarme de que narices va la historia? Ni siquiera ahora que me he unido a vosotros como una más lo habéis hecho y ya llevo con vosotros casi 24 horas – las risas cesaron ante lo que estaba diciendo, pues mi voz sonaba dura y reprochadora.
La Sra. Smond se giró sobre su puchero y no se volvió, supuse que por vergüenza más que por otro cosa, Lucas, sin embargo, me miraba atónito, como si las palabras que acababa de decir no pudieran haber salido de mi boca. Me crucé de brazos mirando a Lucas directamente a los ojos con una mezcla de reproche y súplica, esperando las respuestas a mis preguntas, sin embargo, solo obtuve silencio ante ellas. Los minutos pasaban y Lucas no me respondía, la verdad era que ya ni siquiera me miraba, por el contrario se miraba las zarrapastrosas zapatillas que llevaba puestas como si éstas fueran mucho más interesantes que yo o las respuestas que esperaba darme se encontraran en ellas y estuviera esperando a que se las revelara. Me separé de él, provocando que la bolsa donde se encontraba el hielo y el paño con la que ésta estaba tapada para que el frío no me quemara la piel, cayeran al suelo; entonces levantó la vista hacia mí y por fin se dignó a mirarme. Sus ojos denotaban reproche por mi acción, pero también temor y en ellos se podía ver el cálculo que Lucas estaba llevando a cabo en su cabeza sobre qué cosas contarme o no. Esto me sacó de mis casillas, me giré sobre mis talones muy furiosa, no quería pelearme con él pero no aguantaba más sus mentiras y desaires cuando tocaba hablar de la cruz negra, me ponía enferma su actitud, como si el revelarme algunos detalles sobre ésta fueran a provocar el fin del mundo, no lo entendía y no lo quería entender, solo quería una explicación o simplemente que me dijera el porqué no me lo podía contar ¿habría algún secreto que no se podía saber? Si era así ¿cuál era y por qué no se podía contar? Me daba igual todo ello, pero estaba harta de los silencios, de las mentiras, de las verdades a medias, de tanto secretismo, estaba harta, sí, de todo, yo le había confiado todo, absolutamente todo a él, todo lo que sabía, todo lo que era, todas mis preocupaciones, todo, y ahí estaba él de nuevo ocultándome una vez más quien sabe el qué.
- No lo soporto, ¡No lo soporto más! ¡Estoy harta te enteras, harta de todo esto! ¿Para esto me he arriesgado? ¿Para estoy he dejado atrás todo lo que tenía? – le reproché mirándolo a los ojos, los cuales rehuyeron mi mirada, sus labios aún seguían sellados y en silencio. - ¿Qué pasa, ahora tampoco me puedes sostener la mirada mientras te hablo? – mi tono se volvía más duro, más cruel y dañino conforme mis labios escupían las palabras una a una, no quería guardarme nada, ya no, necesitaba sacarlo todo a fuera, todos mis miedos, todas mis dudas, estaba frustrada por no saber nada, porque todo el mundo me ocultara cosas “por mi bien”, no quería seguir siendo la tonta que no sabe nada y la cual no se entera de nada a no ser que lo descubra por sí sola, estaba harta de confiar en todos y de que nadie confiara en mi.
- Bianca por favor tranquilízate
- ¡Qué me tranquilice, qué me tranquilice! – me callé, la verdad era que a lo mejor si estaba exagerando un poco, quizás la situación se había excedido un poco por todo lo que había pasado en estas últimas 48h, pero no lo podía evitar, no podía evitar sentirme la persona más ingenua y a la que más tomaban el pelo en este momento, comenzando por mis padres y terminando ahora por Lucas, todos aquellos a los que quería, incluso Balthazar y Raquel, todo el mundo me mentía o no me decían la verdad completa ¿Por qué?. - Incluso – seguí diciéndole un poco más calmada, pero aún con el reproche en la voz, - te conté lo que la Sra. Bethany me contó sobre los fantasmas y de lo que quieren de mí y eso no es suficiente ¿verdad?, no nada lo es pa … - me callé de golpe al ver que la expresión de Lucas cambiaba de forma tan drástica como lo había hecho mi humor, pero en este caso no me miraba a mí sino que sus ojos estaban fijos a algo justo detrás mía, lo miraba con dureza, fijamente, con odio y desconsuelo.
Me volví despacio, fuera quien fuera me estaba asustando, pues sentía correr el miedo por mis venas, e incluso antes de verla ya sabía quien había entrado en la pequeña cocina, Kate y Eduardo estaban allí plantados delante mía mirándome con furia y desconcierto, pero sobre todo me miraban intrigados y enfadados por lo que no se les había contado, al menos no aún. Mis palabras me iban a costar caro y a Lucas también. El terror y el miedo comenzaron a apoderarse de mí tan devastadoramente como la furia que antes había surgido en mis entrañas y nos había metido en aquel lío "¿Por qué tendré que ser siempre tan vocazas?"
- Bianca repite lo que acabas de decir – exigió Kate mientras avanzaba hacia mí, me cogía de los hombros y con una mirada fría, penetrante, furiosa, casi enloquecida me zarandeaba hacia adelante y hacia atrás como si fuese un peluche al que poder vapulear para sacarle todo lo que esconde entre el algodón de su relleno. - ¡Bianca! – volvió a repetir, - repite ahora mismo lo que le estabas diciendo a mi hijo, ¡enseguida niña! – su furia me golpeó como el hielo, dejándome helada y fija en el sitio, sin poder mediar palabra, sin poder siquiera moverme para alejarme de ella y de la rabia que emanaba todo su cuerpo desde de su interior.
- Yo no…, yooo…, yooo… - fue lo único que conseguí balbucir entre las sacudidas que Kate me propinaba sin descanso. La miré con el horror recorriéndome por dentro pues ¿cómo iba a explicarle todo aquello sin revelar todo lo que mi existencia llevaba consigo implícita?.
No sabía que hacer, mi cuerpo estaba paralizado, mi rostro estaba congelado en una mueca entre sorpresa y miedo o algo por el estilo, no lo sabría decir. De repente me sentí moverme, más bien que me movían hacia aún lado, noté como las garras de las manos de Kate me soltaban y dejaban libres mis hombros. Estaba atónita, en completo shock, sabía lo que pasaba pero no porqué pasaba, no me daba cuenta, solo era consciente de las diferentes imágenes que se sucedían delante mía, pero no era capaz de encontrarle sentido a ninguna, no era capaz de realizar la conexión entre lo que veía y lo que estaba sucediendo.
- ¡Déjala ya Kate! – oí la voz de Lucas justo delante de mí como algo etéreo, algo que estaba lejano, pero su cuerpo rozaba el mío, lo sabía porque sentía como su calor me inundaba de los pies a la cabeza, calentándome en medio de aquel gélido espacio en el que me encontraba sumergida.
- ¿Qué la deje dices? – espetó Kate escupiendo cada palabra como si fuera fuego con el que intentar hacernos arder – Vale de acuerdo, dejaré en paz a Bianca si me explicas qué cojones a querido decir con lo de “que me contó la Sra. Bethany sobre los fantasmas y lo que quieren de mí” ¿qué sabéis vosotros que no sepamos los demás, eh? – miró a su hijo, furiosa, decepcionada, herida, traicionada por los secretos que éste parecía tener con respecto a uno de sus enemigos, para ser exactos, su mayor enemigo, la Sra. Bethany.
- No es nada importante
- Todo lo que tenga que ver con esa arpía y lo que sepa o diga a los demás nos interesa, ya lo sabes Lucas y si vosotros dos sabéis algo ¡debéis decírnoslo inmediatamente! – mientras decía aquello se acercó a nosotros peligrosamente, acechante, sus gestos denotaban que si por ella fuera nos hubiese cogido a ambos y nos hubiese torturado hasta conseguir sacarnos toda la información que no le queríamos dar y se le veía por llevar a cabo aquella idea.
Lucas se puso a la defensiva al igual que su madre, irguiéndose en toda su estatura para cubrirme por completo, defendiéndome, protegiéndome pues yo solo era un trozo de carne tembloroso y sollozante que no podía moverse del miedo que sentía.
- ¡D E J A L A E N P A Z K A T E! – repitió Lucas separando cada letra y pronunciándola en un tono tan amenazante y aterrorizador que sentí como mi cuerpo temblaba aún más al oírle decir aquello aunque no fuese dirigido a mí.
- ¡No le hables así a tu madre chico! – explotó Eduardo.
- ¡Tú no te metas que contigo no va este san benito Eduardo! – le contestó Lucas sin dejar de mirar a su madre. Sus ojos estaban tan fijos el uno en el otro que casi se podía ver la línea que los unía.
- ¡Niñato insolente! – Eduardo cruzó la distancia que nos separaba de Kate y de él, prácticamente arrollándola a su paso, sin detenerse se lanzó sobre Lucas con la mano en alto y cogiendo carrerilla para lanzar su reverso contra la cara de éste.
No sé lo que realmente me impulsó ha hacer lo que hice, lo único que sé es que desde el momento que supe cuales eran las intenciones de Eduardo algo dentro de mí me impulsó a ponerme en medio de los dos, en ese momento proteger a Lucas era lo único que me importaba, no era mi secreto, ni el que estuviera rodeada por personas cuyo objetivo en la vida era destruir a los que eran como yo, o al menos a aquellos a los que me parecía, no, en ese momento solo pensé en Lucas y en su seguridad, en que la mano de Eduardo no consiguiera alcanzarle, no podía permitirle hacerle daño, no le dejaría y mucho menos lo iba a hacer delante mía, eso nunca. Tiré fuertemente de Lucas, tan fuerte que su cuerpo salió disparado por encima de la mesa que había en el centro de la pequeña cocina, al mismo tiempo mi cuerpo quedó expuesto en la trayectoria de la mano de Eduardo, la cual se estrelló contra mi antebrazo. Al pararla de lleno, el golpe, seco, fuerte y doloroso, no me resultó difícil de manejar, mi cuerpo parecía estar arraigado en la tierra, como si me hubiesen clavado con algo al suelo, la adrenalina recorría libremente mis venas y arterias dándome fuerza, proporcionándome poder; no me moví ni un centímetro, aún cuando el impacto del golpe debería haberme mandado al otro lado de la estancia haciendo que mi cuerpo se estrellara contra la pared de enfrente, donde se encontraba la puerta que daba al patio interno; sin embargo, nada de aquello sucedió, por el contrario, mi brazo hizo de tope y absorbió el impetuoso golpe de Eduardo como si se tratara de un colchón al que le han dado un puñetazo, me enteré si, dolió si, pero eso no hizo que mi cuerpo se estremeciera lo más mínimo ante la fuerza del ataque. Eduardo me miró, primero perplejo, luego sorprendido y finalmente ceñudo, pero antes de que pudiéramos siquiera pronunciar ninguna palabra, vi como Lucas se acercaba por un lateral de la mesa que se encontraba a mi espalda dispuesto a lanzarse contra su padrastro, tan velozmente como pude empujé a Eduardo quien perdió el equilibrio y si no llega a ser porque lo sujetó Kate con cierta dificultad por la fuerza con la que le había empujado, hubiese dado de bruces contra el suelo de la cocina, mientras yo me lancé en pos de Lucas quien estaba encolerizado, sus facciones estaban desencajadas en una mueca de odio puro hacia la pareja de su madre como nunca antes lo había visto, su rabia era palpable en el ambiente, quería herir a aquel ser despiadado, herirlo tanto como fuese posible sin ni siquiera saber a quien se llevara por delante al hacerlo, necesitaba hacerlo y punto, la muerte ya no era suficiente para aquel hombre, no, Lucas demostraba que necesitaba hacerle sufrir, despedazarlo y pisotear sus restos hasta convertirlos en verdaderos trozos irreconocibles, en fragmentos tan diminutos que no se pudieran encontrar de ninguna forma, deseaba hacerlo y lo iba a hacer sin importarle quien se le pusiera delante, sabía que solo yo podría detenerlo, pues en aquel momento haría gala de toda la fuerza que poseía, se ayudaría de todo aquello que le diera la posibilidad de llevar a cabo sus planes y nada le detendría, excepto yo, pues en aquel momento ya no era Lucas el que actuaba sino el vampiro que crecía en su interor. Lo plaqué justo cuando estaba dando el salto para abalanzarse sobre Eduardo, en el aire lo agarré y volví a tirarnos a ambos sobre la mesa del centro la cual se volcó al recibir el fuerte impacto de nuestros cuerpos sobre ella. Caímos al suelo con un fuerte estruendo mientras oía las maldiciones de Lucas e intentaba resistir sus forcejeos para librarse del abrazo al que lo tenía sometido.
- ¡Suéltame Bianca! ¡SUÉLTAME TE DIGO! - me gritó.
- ¡No, rotundamente no! – le dije entrecortadamente mientras intentaba resistir su intentó de ponerse en pie para tener una nueva oportunidad para abalanzarse sobre Eduardo.
- ¡¡Bianca!!
- ¡NO! – le espeté casi gruñéndole intentando concentrar todas mis fuerzas en los brazos y piernas que le sujetaban para que no se escapara de mi presa, la fuerza de Lucas había crecido considerablemente y la estaba empleando al completo contra mí. No fui consciente de nada más que no fuese Lucas hasta que Dana y Raquel se acercaron a nosotros para intentar ayudarme con él. Dana intentó agarrarle de los hombros empujándolos hacia el suelo para darme a mí espacio para poder ponerme de pie pues seguíamos en el suelo revolcándonos por él, forcejeando el uno contra el otro. - No Dana déjalo – sabía que ningún intento de sujeción que ella pudiera proporcionarme sería capaz de detenerlo, no mientras estuviera en ese estado de cólera incontrolable.- Ayudad a Kate, por favor, me manejo mejor sola con él – pero ni Dana ni Raquel se movieron de nuestro lado, por el contrario se quedaron atónitas ante mi petición e intentaron de nuevo ayudarme – ¡no de verdad ayudad a Kate! – les dije entre respiraciones entrecortadas y forzadas ante los incesantes forcejeos de Lucas; su madre estaba teniendo también problemas en sujetar a Eduardo quien estaba en el mismo estado de encolerización que Lucas y a ella le estaba costando más que a mí sujetarlo, de hecho la Sra. Smond intentaba ayudarla, pero no era suficiente - ¡Ya! – les grité, me sentí mal por ello, pero hasta que no lo hice no reaccionaron en la dirección que yo quería, pues solo miraban atónitas como era capaz de sujetar a Lucas yo sola. Una vez me quedé sola con Lucas aún luchando para liberarse, cada vez me costaba más sujetarlo, y tras cerciorarme de que nadie nos prestaba atención pues todos estaban concentrados en mantener a raya y contener la furia de Eduardo, el cual cada vez estaba más exaltado y más rabioso, luchando con más fuerza contra las mujeres que querían detenerlo; me acerqué al oído de Lucas y le susurré. - Estás loco o qué ¿quieres que sepan que lo que soy y en lo que tú te estás convirtiendo antes de que sepamos cómo protegernos de ellos sin que nadie salga herido? – aquello no hizo mucho efecto, así que recurrí a lo más bajo a lo que podía agarrarme para que me escuchara y me prestara atención - ¿quieres que me suicide? – paró en su forcejeo de repente quedando en shock ante mis palabras, mirándome con ojos desorbitados – porque eso es lo que va a ocurrir si sigues con esta actitud, voy a tener que defendernos con uñas y dientes para intentar salir con vida de aquí los dos ¿crees qué lo conseguiría? – le dije mientras seguía mirándome atónito, en vez de mirarlo miré hacia donde estaban todos los demás como para hacerle entender de verdad que quería decir sin dejar dudas, levantando levemente mis labios enseñándole como mis colmillos estaban asomando y amenazando con salir. Tras unos segundos haciendo como que miraba como Kate y las demás intentaban reducir a Eduardo sin mucho éxito, pues aunque mi mirada fuese en aquella dirección en realidad no la apartaba de Lucas mirándolo con el rabillo del ojo, volví a mirarlo pensativa, poniendo una expresión de querer hacerlo si se presentaba la ocasión, fingiendo estar deseosa de que pasara.
Cada minuto que pasaba me sentía fatal conmigo misma por estar haciendo todo aquel teatro, pero sabía que a Lucas lo que más miedo le daba era que se descubriera lo que yo era de verdad y provocar un enfrentamiento entre su familia y nosotros, sabía de buen grado que él siempre quería que la separación de ellos fuese lo más rápida y con las menores bajas posibles en las filas de la cruz negra, a ser posible ninguna. Por fin se tranquilizó y se concentró al máximo en mí, estudiando cada fracción de mi rostro, buscando algo que le dijera que lo que le estaba diciendo era una broma pesada en vez de una realidad a punto de suceder. Estaba concentrada al máximo en que no me pillara en la mentira, al menos no por ahora pues todavía nos encontrábamos al filo de la navaja y con las puertas abiertas para que la guerra volviera a estallar en cualquier momento. Cerró los ojos y respiró hondo, profunda y pausadamente, despacio, llenando poco a poco sus pulmones y haciendo que estos se desinflaran de la misma manera, lentamente. Tras unos segundos así, volvió a alzar la mirada hasta encontrarse con mis ojos, los cuales no se apartaban de él ni un solo segundo.
- Vale, lo siento perdí los estribos – comenzó a decir, no sé que me llevó a estrecharlo aún más fuerte entre mis brazos y piernas, contra mi cuerpo, simplemente lo hice – no preciosa de verdad, estoy bien ¿vale? – me miró y en sus ojos podía leer que era verdad lo que me decía, que si lo soltaba no iba a intentar saltar de nuevo contra el hombre que seguía forcejeando aún al otro lado de la mesa, pero algo en mi interior me hacía actuar aún con mucha cautela. – Bianca por favor, te prometo, te juro por mi vida que no voy a hacer nada que te ponga en peligro, otra vez no, te lo aseguro – y lo dijo con tal tormento en la voz que mi corazón se desquebrajó en pedazos, mis brazos y piernas se relajaron a su alrededor, mi presa perdió fuerza sobre su cuerpo, relajándose, creyendo en sus palabras, creyendo en él y en su amor incondicional hacia mí, en su deseo de mantenerme a salvo y protegerme por encima de todo.
- Está bien – le dije soltándolo del todo y manteniéndome tumbada a su lado.
Inconscientemente mi mano agarró la suya, el me devolvió el apretón, quedando finalmente entrelazadas entre sí. Nos quedamos mirándonos unos minutos el uno al otro, sumergiéndonos en nuestros ojos, entrando en el otro como si fuésemos espejos en el que reflejarnos de manera que viésemos todo lo que pensábamos sin secretos, sin tapujos, conociendo cada palmo del pensamiento y de los sentimientos y sensaciones de la persona que teníamos enfrente.
Los dos dimos un respingo al oír el grito ahogado, potente, sorprendido y frustrado que lanzó Eduardo, tras el cual el silencio se instauró dentro de la pequeña cocina. Nos miramos expectantes y poco a poco nos fuimos incorporando para poder ver lo que había al otro lado de la mesa, me parecía que todo eso era parte de otro mundo, de otro universo que no tenía nada que ver con Lucas ni conmigo, pues nosotros estábamos inmersos en nuestra propia burbuja.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver la escena que se había dibujado ante nosotros: además de las mujeres que nos acompañaban en la estancia, ahora además se encontraban junto a ellas cinco hombres más, uno de ellos alto, de cabello negro muy corto prácticamente rapado, muy fornido, de anchos hombros, no muy gordo, y con una expresión tan dura como el mismísimo diamante, se cernía sobre el cuerpo de Eduardo yaciente en el suelo. Me giré y me senté en el suelo tras arrastrarme sobre la superficie de la mesa volcada hasta él, la bestia que habitaba dentro de mí volvió a despertarse tan fuerte y reclamante que el mareo me envolvió de súbito haciendo que perdiera prácticamente la noción de la realidad en la que estaba, pues el vampiro que se escondía en mí, en mis entrañas había olido el más exquisito manjar que se le podía ofrecer a una bestia sanguinaria como aquella, la sangre humana. Eduardo tenía una herida abierta en la cabeza que sangraba, pero eso ya lo sabía incluso antes de haberla visto pues el olor de ésta me golpeaba con cada latido de su corazón, fuerte, palpitante, viva, deliciosa. Mi boca se llenó de nuevo de aquel conocido dolor, de aquella sensación a la que me estaba acostumbrando y la cual cada vez aparecía con mayor rapidez, mis colmillos luchaban por salir mientras mi mente clamaba calma y retracción de los mismos a su lugar de origen. Me asusté, levanté la mirada y me encontré con la de Lucas la cual se mostraba ansiosa, delirante y deseosa, pero no entendía el porqué de aquel deseo ¿Qué le sucedía?. No me paré para pensarlo, me puse en pie ante su mirada de perplejidad.
- Necesito salir de aquí enseguida – le dije mirándolo suplicante, apremiante pues mis colmillos no tardarían en ser visibles si seguía oliendo aquel llamativo y exquisito brebaje que se derramaba por el suelo mientras mi cuerpo lo reclamaba dentro de él y no desaprovechándose de aquella manera.
- Vamos. – no le hizo falta más explicación que mi expresión.
Me agarró de la mano y juntos nos deslizamos hasta la puerta. Al pasar por delante de los demás todos nos miraron con desconcierto, incluso los nuevos cinco hombres nos miraban a su vez ceñudos y desconfiados. Kate nos asestó una mirada asesina y llena de incógnitas, pero no dijo nada, solo nos dedicó un mísero segundo en el que nos dijo todo y nada, pues su atención se centraba en atender a Eduardo en ese momento. Dana también nos miró, pero al igual que Kate se esforzó por atender al hombre antes que seguirnos fuera de allí que era lo que realmente deseaba según contaban sus ojos. Sin embargo, Raquel nos siguió fuera de la atestada y claustofóbica estancia siguiéndonos como excusa ante su deseo de salir de allí lo antes posible. Los tres subimos rápidamente las escaleras ante las miradas acusatorias de algunos miembros que estaban fuera, en el almacén, fuera de la cocina, pero que sin duda habían sido testigos de todo lo que había pasado dentro como si de verdad hubiesen estado presentes. No les hicimos caso.
Al llegar a la puerta de nuestra habitación Lucas me abrió y me hizo pasar dentro, después se giró hacia Raquel y le dijo: - Raquel será mejor que esperes a Dana en vuestro … en vuestro… - se quedó trabado, sin saber como llamar a las telas entre las que dormían ellas sobre camastros separados únicamente por telas que hacían las veces de paredes de habitación pero sin serlo. – esto…
- Que vuelva de nuevo al centro del cortinaje apestoso y aglomerado – dijo Raquel soltando una leve pero sonora carcajada a modo de sarcasmo mientras su expresión y su voz denotaban desánimo por doquier– si ya, creo que Bianca y…. tú – dudó al decir aquello antes de mirarme y que yo asintiera con la cabeza ante su pregunta de "¿lo sabe él?" no implícita – tenéis que explicarme algunas cosas ¿no? – preguntó con la súplica en los ojos mientras me miraba consternada y desprotegida.
- ¿Y no puedes esperar a más tarde? Por favor Raquel, Bianca y yo necesitamos hablar… - me miró - a solas si no te importa. - Raquel nos miró a los dos respectivamente y luego su mirada quedó fija en mí.
- No te preocupes Raquel – le dije para tranquilizarla intentando que mis colmillos apenas se vieran para no asustarla, aunque sabía que a aquellas alturas ella no lo haría, aún así preferí no correr el riesgo – más tarde hablaremos de todo lo que quieras ¿ok?
- Está bien – contestó derrotada y frustrada ante mis palabras, - pero más tarde….
- Sí, no te preocupes más tarde hablaremos – y dicho esto se marchó hacia su sucio cortinaje apestoso, como decía ella.
Lucas cerró la puerta cuando vimos que Raquel era tragada por los cortinajes que se encontraban a nuestra derecha. Se dejó caer sobre ésta con las manos en la espalda, con las palmas apoyadas en la madera y con expresión derrotada, angustiada y temerosa en su rostro mientras su mirada se posaba en el suelo y suspiraba una y otra vez sin querer mirarme, rehuyendo de nuevo de mí, escapando de mi mirada, de mis ojos, los cuales se estaban bañando de lágrimas al deducir que su actitud era a causa de lo que había acontecido hacía un minuto abajo, de mi debilidad, de mi dejadez al no luchar contra el vampiro que habita en mi interior, por no luchar contra lo que probablemente me hubiese descubierto ante toda una docena de cruces negras, mis colmillos y mis ansias por la sangre, la pérdida de juicio ante ese líquido rojo de aquella forma, seguramente él estaba cabreado por ello, por lo que era y por lo cerca que había estado de, al igual que él, descubrir todo a las personas menos indicadas. No sabía lo equivocada que estaba entonces.
- Lo siento Bianca, lo siento mucho – me dijo con auténtico dolor reflejándose en sus palabras – todo esto ha sido por mi culpa, casi lo hecho todo a perder y aún nos queda pasar por lo peor – sabía a que se refería, Kate no se iba a dejar convencer tan rápido y por supuesto no dejaría esto correr por lo que tarde o temprano tendríamos que enfrentarnos a ella y posiblemente también a Eduardo – No sé que me ha pasado, cuando he visto … cuando él…. cuando su brazo a chocado contra el tuyo yo.. yo…, no sé Bianca de verdad lo siento tanto – y sin más se derrumbó de rodillas en el suelo llorando a lágrima viva, roto de dolor, sufriendo por algo que no era culpa suya, al menos no del todo, si yo me hubiese callado, sino hubiera perdido el control y le hubiese gritado todo aquello allí delante, entonces nada de esto habría ocurrido.
Me arrodillé junto a él y juntos sacamos a fuera todo lo que nos estaba matando por dentro, todo aquello que nos reconcomía en nuestro interior, mientras Lucas no dejaba de repetirme una y otra vez que lo sentía.

Capitulo 30

No sabría decir con exactitud cuanto tiempo estuvimos allí en el suelo abrazados y llorando el uno sobre el otro, solo sé en que llegó un momento en que las lágrimas cesaron y con ellas el llanto se desvaneció como si nunca hubiera existido, sin embargo, no nos movimos ni un centímetro, nuestros cuerpos seguían enlazados entre sí, sin querer soltarse, sin quererse alejar ni un milímetro.
Lucas y yo nos miramos, hundiéndonos en los ojos del otro, hablando sin palabras, sin sonido alguno, intentando decirle al otro todo lo que se nos estaba pasando por la cabeza, absolutamente todo, pero sin agobiarnos mutuamente. El tiempo pasaba despacio, muy despacio, pero nuestros cuerpos parecían no responder a ninguna orden de nuestros cerebros, no se querían mover y eso hacían, no moverse, solo querían sentir el calor del otro cerca, muy cerca, rozarse las pieles de cada uno entre ellas sin espacio posible que arrancara los sentimientos que se hacían sentir la una a la otra. No, no tenían ninguna intención de que ni siquiera una pequeña brisa de aire enfriara un poco el aire que intentaba hacerse hueco entre sus células.
Cuando sonó la puerta Lucas y yo nos sobresaltamos, tanto que el miedo se nos reflejó en el rostro a los dos como si fuese un fiel compañero que nos hubiese envuelto de golpe otra vez, nuestras respiraciones se contuvieron, pero volvieron a fluir libremente cuando escuchamos la voz de Dana, informándonos de que Kate quería vernos. Temblé, el simple hecho de enfrentarme a la madre de Lucas me provocaba escalofríos, no estaba preparada para hacerle frente, no aún. Lucas vio el miedo, el terror y el desconsuelo en mis ojos, se aclaró la garganta y le dijo a Dana:
- Dana, por favor, hazme el favor de decirle a mi madre que no creo que sea conveniente que hablemos ahora, dile – siguió diciendo con voz temblorosa, pero firme sin apartar en ningún momento los ojos de mi rostro – que mejor que dejemos la conversación que tenemos pendiente para mañana, pues no creo que Bianca se encuentre aún en condiciones de mantenerla, por favor.
- De acuerdo, como quieras – fue la contestación de Dana tras unos segundos recabando todas las palabras que le había dicho Lucas.
- Dana – la llamé con voz queda y ronca.
- Si…. – dijo, tras girarse de nuevo hacia la puerta que seguía cerrada pues no la habíamos abierto y ella tampoco lo había intentado.
- ¿Me puedes hacer un favor a mí también? – le dije aclarándome la garganta sonoramente. Se quedó en silencio unos instantes.
- Claro, ¿por qué no? ¿puestos a pedir? – una sonrisa burlona se dibujaba en el tono de sus palabras.
- Gracias. ¿podrías hacerme el favor de decirle a Raquel que no se preocupe, que mañana mantendremos la conversación que hoy se nos quedó pendiente?, pero por favor, dile que hoy mejor no venga hasta aquí, te lo ruego. – el silencio se apoderó del momento como algo inquietante y reprobatorio, sabía que Raquel estaría deseando hablar con nosotros, pero no me sentía con fuerzas ni siquiera para enfrentarme a ella. Dana carraspeó varias veces antes de hablar, al parecer mis palabras habían sonado demasiado duras o frías o algo cortantes, ya que cuando habló lo hizo muy seria y más duramente de lo normal.
- Se lo diré no te quepa duda, pero si no me hace caso no haré nada para detenerla ¿me oíste? – y sin más se marchó de nuevo a la parte de abajo con paso ofendido.
Me sentí mal por aquello, pero por el momento lo dejé pasar, si Raquel al final decidía venir para hablar ya pensaría junto con Lucas si hacerlo o no, según estuviesen los ánimos, que en ese instante no estaban demasiado a su favor, si no, le pediría que lo dejáramos para el día siguiente apelando al mal estar que se había generado hoy con Kate y Eduardo, seguro que así lo entendía mejor.
Lucas no se movió en ningún momento, parecía fijo en mi rostro, pero sin verdaderamente verme, necesitaba tiempo para poner sus ideas en orden y a mí no me importaba aquello pues yo también las tenía que ordenar. Todo lo que había pasado en la última hora me golpeó de nuevo con más fuerza si cabe de lo que lo había hecho en la vida real, los sentimientos y los pensamientos de entonces se desdibujaban en mi cabeza, pero la incertidumbre de lo que pasaría mañana me aterrorizaba aún más que lo que había pasado en esos instantes.
Tras varios minutos que me parecieron horas, mis piernas comenzaron a dormirse y un cosquilleo nada agradable me recorría de cintura para abajo. Despacio comencé a separarme de Lucas, el cual me miró un poco enfurruñado por separarme de él, pero no dijo nada. Me levanté y al hacerlo casi vuelvo a plantarme de rodillas contra el suelo pues mis piernas habían perdido las fuerzas para soportar mi peso, además sentí como miles de agujas se clavaban en mis músculos ante el adormecimiento de éstos, como si el sufrimiento los hiciera despertar más rápido. Me agarré a la puerta para no caerme sobre Lucas, pero él ya estaba listo para sostenerme si lo hacía, aunque no hizo falta. Tras ver que mi equilibrio por fin se mantenía estable, también se puso de pie, me volvió a abrazar y de nuevo nos fundimos tanto el uno en el otro que nos quedamos parados sobre nuestros pies sin movernos. El tiempo pasaba y con él el dolor reinante en mis miembros inferiores.
De pronto, como quien no quiere la cosa, Lucas comenzó a besarme en el cuello, lentamente ascendió desde el hueco de la base de éste hasta la parte posterior de mi oreja, me estremecí, en mi interior una vocecilla me decía que le parara que en ese momento prevalecían otras cosas antes más que el rendirnos el uno al otro, por otro lado el resto de mi ser le decía a esa vocecilla que se callara y dejara su opinión para quien la quisiera oír. Sus besos y caricias no cesaron, por el contrario se hacían cada vez más lentos, suaves y pausados, solo se centraba en mi cuello, nada más, pero aquello no me importaba, el sentir del roce de sus labios era más que suficiente, mucho más de lo que habría esperado en la situación en la que nos encontrábamos. Por fin su boca rozó mis labios, deseosos de tal acción, su beso sabía a pena, a nostalgia, a súplica, pero también a deseo, a esperanza y a pasión, una pasión que se abría paso entre los demás sentimientos haciendo que los besos se tornaran fuertes, apremiantes, intensos, acalorados, duros, e incluso, violentos.
No lo vi venir de ninguna forma, solo me noté volar por la habitación, me sentí flotar mientras me mantenía entre sus brazos y me llevaba en ellos hasta depositarme en el colchón del suelo, enfrente de la puerta, lo más delicadamente que pudo en aquel estado. Su cuerpo cubrió el mío sin dejar hueco entre ellos, pero con la cortesía de que yo no soportara ni un gramo de más que proviniera de él, su boca se cernió entonces sobre nuevos campos de mi cuerpo, bajando por mi cuello, rozando mis senos por encima de la parte de arriba de mi pijama, hundiéndose lentamente en el hueco que se formaba entre los muslos de mis piernas…., temblé de arriba a abajo cuando su cara tocó aquella zona, mi columna se curvó en un arco perfecto ante su roce, me estremecí, no pude evitarlo. En ese instante me agarró de la cintura y me levantó en vilo hasta quedar sentada frente a él, quien me miraba con una sonrisa pícara, encantadora, deseosa, que me dejó prendada, quería abandonarme por completo a sus deseos, quería locamente dejar que me llevara al alba de la inconsciencia con su tacto, necesitaba desesperadamente que me hiciera suya de una vez, no esperar más ¿para qué? ¿por qué hacerlo?. Lo agarré fuertemente del cuello de su camiseta y lo atraje hacia mí, violenta y enloquecidamente, sabía que había cosas más importante que debíamos tratar seriamente en ese momento, pero el deseo era más fuerte que mi razonamiento, por mucho que me intentara oponer me ganaba y no podía, no quería luchar más contra él, necesitaba apagar el fuego que me recorría, olvidarme a la locura y sentirme por fin viva, sentirme plena y en paz, lo necesitaba y lo iba a necesitar más tarde cuando tuviéramos que enfrentarnos a Kate y Eduardo, necesita al menos obtener un poco de paz y estaba segura de conseguirlo en aquel instante, además no me pasó por alto que a Lucas le pasaba exactamente lo mismo, lo necesitaba tanto o más que yo, cada célula de su cuerpo ardía apasionada, enloquecida, abrasadoramente seductora solo para mí, solo para que le llenara de mi necesidad tanto como yo necesitaba que él me llenara de la suya, era endemoniado, enfebrecido, pero lo cierto es que no iba a pasar ni un solo momento más sin hacerle mío. ¡Qué equivocada llegué a estar!.
Le arranqué la camiseta, desgarrándola sin esperar a que saliera por su cabeza, la hice jirones al abrirla. La perplejidad se mostró en su rostro pero no se quejó, sabía que luego me reñiría, pero eso sería luego, en ese momento estaba sacándole el cinturón de su pantalón y desabrochando los botones que a éste mantenían sujeto a su cuerpo. Se levantó y se los quitó, tiró de mí para que también yo quedara sobre mis piernas y, con más pausa y mucho más sosegado que yo, comenzó a desnudarme. Sus manos acariciaron poco a poco mi piel por debajo de la camiseta, subiéndola, despacio, lentamente, de tal forma que cada palmo que rozaba se erizaba ante su paso, el vello de mi cuerpo se ponía de punta con cada roce, con cada sentir de sus dedos, con cada caricia de sus manos. Me abandoné a cada sensación que sentía, reprimiendo las ganas de arrancarme a mí misma la ropa y acabar de una vez, pero tenía que ser paciente, mi cuerpo lo tendría que ser, pues lo único que tenía claro es que aquello se tenía que hacer sin prisas, debía ser algo lento para que fuese maravilloso y no solo un instante más en la vida que pasaba rápido y fugaz, quería disfrutarlo, quería sentir cada cosa que ocurriera de la forma más intensa posible y Lucas lo sabía, no me imaginaba exactamente como lo podía saber, pero lo sabía, conocía mis deseos y los llevaba a cabo aunque él estuviera tan ansioso como yo, tan encolerizado por la pasión que nos consumía a los dos, pero él era paciente, sabía como manejar su ansiedad, siempre lo hacía. Sus manos siguieron certeras sobre mi piel haciendo que mi ropa cayera al suelo al igual que la suya, de nuevo nuestros cuerpos estaban sobre el colchón, conmigo sobre el suyo y aún con la ropa interior puesta, esa era la única barrera que no se había sobrepasado aún, pero eso tenía que cambiar. Deslicé mis dedos por dentro de sus calzoncillos, rozando todo lo que en su interior contenían, Lucas se estremeció tan fuertemente que me dio miedo haberle hecho daño, pero sus suspiros y quejidos me confirmaron que nada de eso había pasado. Moví mis dedos hasta los laterales de sus caderas y comencé a bajarlos lentamente, saboreando cada palmo de piel que quedaba a la vista de mis ojos, Lucas era aún más bello desnudo, más atrayente, haciéndome sentir más deseosa de lo que ya estaba de hacerlo mío completamente. Cuando su ropa interior salió a través de sus tobillos, su figura se movió tan rápido que casi no me dio tiempo a reaccionar para cuando lo tuve encima, enfebrecido, ardiente, desprendiendo calor por cada lado de su cuerpo. Me besó febrilmente, tan intensamente como nunca antes lo había hecho, en el cuello, en el borde de los senos, en mi barriga, en los hombros, en cada parte a la que llegara con un simple movimiento que no me lastimara. De pronto se paró, mirándome apasionadamente, pero la pasión que desprendía su mirada tenía un nuevo color, un nuevo tono con el que no estaba familiarizada. Mientras mantenía mi mirada atrapada con la suya, sentí el deslizar de mis braguitas por mis piernas, por un momento se apoderó de mí un miedo aterrador ante tal acto sumado a lo que sus ojos expresaban, algo en mi interior me dijo que no me fiara, que solo era una máscara para ocultar algo de lo que aún no era siquiera consciente, pero al verle el semblante, al ver a Lucas tan maravillado, tan deseoso y tan apremiante como yo lo estaba, no quise hacerle caso al instinto que me hablaba, por el contrario me dejé llevar por el momento y por los brazos que me acariciaban.
Una vez mi cuerpo al completo quedó al desnudo al igual que el suyo, me levantó en volandas y me puso sobre su piel, la calidez que emanaba era tal que me envolvió por completo, haciéndome todo lo demás. Los besos se reanudaron junto con las caricias más certeras para despertar a cada centímetro de mi ser, las manos de Lucas bajaron por mi espalda, mientras sus piernas se abrían paso entre las mías, provocando que quedara a bocajarro sobre él. Cuando mis rodillas tocaron el colchón, una a cada lado de su cintura, noté su miembro de nuevo, púlsatil, erecto y ardiente contra la zona más íntima de mi cuerpo, ahora sin barreras entre ellos. Un cosquilleo me atravesó enteramente por todos lados, haciendo que cada célula de mi piel vibrara ante tal acontecimiento. Esperaba el momento, el momento exacto para levantarme solo unos centímetros y sentir el dolor tan deseado que sin duda sentiría, toda mujer lo sentía su primera vez, pero no me importaba, estaba dispuesta a que me hiciera daño para dar lugar al placer desenfrenado que me reconcomía las entrañas una y otra vez, no me importaba ese dolor, lo único que me importaba era entregarme a él en cuerpo y alma, enteramente con todo mi ser. Pero cuando iba ha hacerlo, cuando me proponía a levantarme para que por fin Lucas formara parte de mí y yo de él, algo extraño sucedió, sus manos me ciñieron más a su cuerpo, aplastándome literalmente contra él, nos giró de nuevo, sus manos agarrándome de las muñecas como esposas apretadas y certeras contra ellas por encima de mi cabeza, su cuerpo inmovilizando el mío sentándose sobre mí, agarrando mis piernas con el peso de su envergadura. Perpleja, desconcertada, sorprendida por aquella actitud intenté revelarme, pero su presa era fuerte y constante, me di cuenta de que fuera lo que fuese lo que quería hacer, yo no me podría negar, ahora no, pero su mirada me aterraba y me dolía al mismo tiempo, reflejaba deseo, pero no por hacerme suya como yo anhelaba, sino que parecía que quería hacerlo haciéndome daño, haciendo algo de lo cual se arrepentiría, pero lo cual tenía que llevar a cabo. Para mi sorpresa se fue acercando lentamente hacia mí, hacia mi cuello, lo besó y susurrándome al oído dijo:
- Lo siento mi ángel, pero debo hacerlo, sabes que debo hacerte mía tanto como pueda.
No comprendía sus palabras, pero un instante después de decirlas sentí el dolor, un dolor penetrante, agudo, desgarrador, un dolor que ya había sentido antes, pero el cual me sorprendió, un dolor que de verdad y por primera vez me hizo aterrarme de la persona que tenía delante, sobre mí, un dolor que me hizo temer tanto por la vida de Lucas, como por la mía propia.

1 comentario:

  1. Anónimo6/7/09, 1:08

    q ha pasao q HA PasaO Q A PASAOOOO!!!??????????????????? No lo entendooo!! O_o

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