jueves, 2 de julio de 2009

BUENO AKI UN POCO MAS DE ADICCION

Buenas de nuevo,
aki les dejo los 2 siguientes capis de adicción.
Besos.


Capítulo 24

Al llegar a la puerta de la habitación, nuestra habitación mejor dicho, Lucas se paró con la mano en el pomo de la puerta y me miró, sonriendo la abrió. Me quedé parada en la puerta mientras él se apartaba para que la pudiese ver mejor. Era una estancia pequeña, la cual habían limpiado y ordenado a consciencia viendo en el estado y la suciedad que había en el almacén en general, pero me imaginé que abrían arreglado un poco las habitaciones para que la gente pudiera dormir mejor. Ni por asomo me podía imaginar en ese momento la verdad de todo aquello. Al fondo de la habitación, en frente de la puerta, había una pequeña ventana por donde pasaba la tenue y débil luz de una farola que se encontraba afuera cerca de ella en la oscuridad de la noche, la única luz que parecía necesitar, pues Lucas no encendió ninguna otra, aunque tampoco hacía falta ya que, al igual que mis demás sentidos, mi vista nocturna era bastante buena, “aunque no tanto como la de Lucas”, pensé. En el suelo, debajo de la ventana habían colocado un colchón alto con una sábana, una almohada y una manta cubriéndolo, tenía el tamaño de una cama de matrimonio pequeña. Al verla me ruboricé y empecé a imaginarme de diversas formas sobre ella con Lucas, el cual, aunque me estaba mirando fijamente, contemplando cada reacción, solo sonrió ante mi actitud y enrrojecimiento, pero ni se movió ni dijo nada. Avancé un paso hacia dentro vacilante y moví mi cabeza de un lado a otro observando el resto de la habitación lo que hizo que Lucas aprovechara para entrar también y cerrar la puerta tras de sí, muy despacio sin apenas hacer ruido, apoyando su espalda en ella tras hacerlo sin desviar su mirada de mí, pues la sentía clavada en mi nuca aunque le estuviera dando la espalda. En ese momento me sentí más nerviosa si cabe que antes, cuando habíamos decidido subir hasta aquí, pues fue cuando de verdad me di cuenta de que estábamos solos y que, por el momento, nadie tenía intención de romper ese momento u ocasión de estropearlo. No me volví, pero la energía que fluía de Lucas hasta mí me decía que él estaba pensando en la misma línea que yo, estábamos solos y sin interrupción y seguiríamos estándolo al menos durante varias horas más. Me ruboricé aún más al pensar en ello y se me aceleró el corazón, sabía que Lucas lo estaba oyendo, pues cada latido resonaba en mi cabeza igual que hacía cuando terminaba de correr. De forma que, tras respirar de forma profunda y lenta varias veces para tranquilizarme, seguí mirando la estancia y lo que ésta contenía. No es que hubiera mucho más que ver, al lado de la cama se encontraba un pequeño cajón que hacía las veces de mesilla de noche sobre el cual habían colocado una pequeña lámpara, como las que se usan para estudiar, que estaba apagada. En frente, un poco alejado del colchón había una silla de metal desvencijado. Al lado de la puerta, había instalado un pequeño lavabo con un minúsculo espejo sobre él, pero suficiente para que una persona pudiera verse al arreglarse, sonreí al verlo, pues el marco estaba lleno de pequeñas estrellas de color dorado que resaltaban contra el marrón oscuro de éste. Por último, detrás de la puerta cuando ésta quedaba abierta, había un perchero para colgar la ropa. No era lo que me había esperado, pero en la situación en la que nos encontrábamos ¿qué era lo que en realidad me esperaba? La verdad, ni yo misma lo sabía. Lo único cierto era que estaba con Lucas y que le tendría a mi lado durante mucho tiempo, o al menos, durante alguno. Me volví con ese pensamiento en mi cabeza y una gran sonrisa hacia Lucas que estaba detrás de mí. Él me devolvió la mirada con suspicacia, como esperando mi reacción sobre algo en lo que yo no había caído, pero con vergüenza al mismo tiempo.
- “¿Qué pasa?”, pregunté.
- “Nada, solo que….”, miró primero hacia arriba, al techo, y después bajó la mirada y comenzó a verse las zapatillas.
- “¿Qué pasa Lucas?” le pregunté de nuevo un poco alarmada mientras me dirigía hacia él y le cogía su cara entre mis manos obligándole a que me mirara.
- “No nada, es que no sé si te gusta” dijo algo avergonzado y con la timidez con la que le recordaba de cuando nos conocimos. “Me pasé ayer toda la mañana preparándola y limpiándola antes de unirme a los demás para el asalto, y me preguntaba sólo si lo había hecho bien”.
Al principio sus palabras no me revelaron nada, pero cuando volvió a mirar hacia el techo seguí su mirada y me quedé clavada en el sitio de la impresión, habían pintado el techo de un color oscuro, parecía azul marino, pero no lo podía distinguir del todo bien en aquella penumbra, y en él había, como si del mismo cielo se tratará, miles de diferentes estrellas de diferentes tamaños de color amarillo brillante todas ellas formando las constelaciones que tanto me gustaban. Lucas se acercó al cajón donde estaba la pequeña lámpara y la encendió, la luz de ésta se proyectaba de tal forma que incidía completamente sobre todas ellas haciendo que resplandecieran como las que se podían ver de verdad en el cielo con el telescopio que tenía en mi cuarto.
- “¿Qué te parece?¿Lo he hecho bien?”. Me preguntó en el más leve de los susurros. No podía contestarle, aunque esperaba una respuesta, la emoción que sentía en ese momento me cerró la garganta de tal forma que las palabras, y prácticamente el aire que respiraba, no podían pasar por ella. Comencé a respirar rápida y entrecortadamente por el esfuerzo de hacer pasar el aire por ella, lo cual hizo que Lucas se pusiera nervioso y avanzara hasta mí. “Bianca ¿qué pasa? ¿No te gusta?¿Qué he hecho mal? ¿Me he equivocado? ¡Bianca por favor, dime algo!”
Yo simplemente lo abracé con fuerza, mientras intentaba calmarme para explicarle la emoción tan fuerte que me embargaba, la alegría, el amor, la ternura, todo lo agradecida que estaba por aquel pequeño, pero enorme, detalle que había tenido hacia mi persona. Él pareció entenderlo y se relajó entre mis brazos y apoyó su frente sobre mi cabello, tan lleno de emoción como yo. Tras varios minutos abrazados y en silencio, mi garganta empezó a relajarse, aunque las emociones no disminuyeron en su intensidad, lo cual me permitió tragar de forma un poco dolorosa al principio, pero luego de forma más normal saliva para aclarármela antes de alzar la mirada para encontrarme con la suya, emocionada, agradecida, llena de un amor tan incondicional que parecía que iba a explotar de la propia presión que ejercía en mi pecho. Lo mismo que se reflejaba en la suya en ese preciso instante.
- “¿Has hecho todo esto por solo mí?” le dije conmocionada.
- “Pues claro, por quien si no”. Su sonrisa se ensanchó tan satisfecha por mi reacción que me sentí orgullosa de que fuera mío y yo fuese suya.
- “¿Pero cómo.., cómo has conseguido hacerlo?” le dije entre sollozos aún por los sentimientos que me embargaban.
- “Ya te lo he dicho, preciosa, ayer antes de bajar a ultimar los detalles del asalto a Medianoche me dediqué a preparar esta habitación con cosas que sabía que te harían feliz, pues de una manera u otra tu gran escapada conmigo de allí se cumpliría antes de tiempo, ya que no pensaba irme si no era contigo. Así que, mientras la limpiaba, me acordé de que siempre dices que las estrellas te apasionan porque ellas nunca te dejarán y que, solo con mirarlas, te relajas y te pones contenta, y eso es precisamente lo que pretendía, aunque claro, no sabía si mi madre iba a acceder tan fácilmente ante mi petición, pero de igual forma, si lo hacía como si no, ya le había pedido permiso para preparártela, aunque tuvieras que compartirla con Raquel en vez de conmigo, eso me daba igual, lo único que quería conseguir es que estuvieses lo más a gusto y feliz que pudiera ofrecerte, y supuse, y creo que lo he hecho bastante bien, que esto te lo pondría mucho más fácil”.
Lo miré tan agradecida que no me di cuenta de que mi cuerpo estaba reaccionando negativamente a su toque, a su abrazo, el cual me estaba pareciendo extraño, peligroso, como si me fuese a apretar tan fuerte que me hiriera, y no sabía el porqué. Entonces al recordar más despacio lo que me había dicho “antes de unirme a los demás para preparar el asalto…., antes de bajar a ultimar los detalles del asalto a Medianoche”, de una forma tan natural como si lo hiciera todos los días, que no reparé en ello, hasta ahora. Me quedé atónita ¿Lucas había preparado esta habitación para mí, para nosotros?, pero ¿Cómo sabía que me quedaría?¿Cómo sabía lo que iba a suceder?. Me zafé de su abrazo y me alejé de él todo lo que pude con la duda y miles de preguntas en los ojos.
- “Bianca” dijo mientras se acercaba un paso hacia mí con gesto preocupado. Yo le detuve con un gesto de la mano, ante el cual él volvió a detenerse, retrocedió lo que había avanzado y me miró perplejo.
- “¿Desde cuando lo sabías?” pregunté intentando mantener mi voz en un susurro.
- “¿Saber el qué?”
- “Esto, todo lo que iba a pasar. ¿Desde cuándo lo sabes?”. Lo miré con furia, pero él parecía reacio a contestarme. Bajó de nuevo la mirada y no habló. “¿Qué pasa, ahora vamos a empezar de nuevo con secretos?. Después de todo parece que soy yo la única que parece haber sido sincera ¿Verdad?”, pero al no contestar, le espeté subiendo un poco el tono de voz “¡Vamos, contesta!”.

Capítulo 25

En ese momento su rostro se volvió taciturno, como si le hubiesen echado un jarro de agua fría en pleno invierno en la calle mientras caía la más horrenda de las tormentas. No me moví del sitio, ni él tampoco, había agachado la cabeza, mirándose los pies, de manera que no pudiera ver sus ojos, pero en su rostro se distinguía levemente que estaba pensando en qué o cómo responderme, pero no lo hacía ¿Tan difícil le resultaba contarme los secretos que guardaba al igual que yo le había contado los míos confiando ciegamente en él, o es que no confía lo suficiente en mí como para contármelos?. Con cada segundo que pasaba me ponía más y más furiosa, estaba a punto de explotar, sabía que no podía hacerlo, no ahora, no allí, no con él. Sabía de buen grado que si explotaba le diría, más bien le chillaría y le espetaría todas las dudas que había albergado durante tanto tiempo y que ahora aparecían ante mí como si fueran escenas de una película. No, no podía permitírmelo, no en aquella situación, no en aquel lugar donde cada persona que nos rodeaba estaba armada y atenta a cualquier cosa fuera de lugar que pudiera presentar un peligro inminente, y yo en ese estado lo era, me lo estaba viendo venir, la furia, la rabia, las ansias de sangre, mi lado vampírico tomando terreno, mi boca comenzando a dolerme a causa de los colmillos que se estaban abriendo paso al exterior clamando violencia, una violencia a la que no estaba dispuesta a sucumbir. Me enderecé despacio y me puse rígida, Lucas seguía sin mirarme, pero no en ese momento no me importó, lo único en lo que pensaba era en salir de allí, en desaparecer de su vista y dar una vuelta para tranquilizarme al igual que hacía cuando discutía con mis padres, era una buena forma de decir aquello que en verdad se quiere decir de una manera más tranquila, sin que las palabras te salgan al tuntún, sin sentido, entremezcladas, pero sobre todo era una forma de ver las cosas alejándose de la fuente, por lo que los comentarios dañinos que se pudieran alegar a la defensiva, se decían de forma más controlada, sosegada y razonada. Si, en verdad necesitaba salir de allí, alejarme de él ya que no parecía que fuese a obtener una respuesta que me tranquilizara, o al menos una que me sirviera para ello. Avancé con paso firme y decidido hacia la puerta, Lucas se encontraba a un lado de ésta, pero muy cerca de ella, por lo que tendría que pasar justo a su lado para poder salir, ¿cómo reaccionaria ante mi salida? ¿me seguiría, me dejaría ir? No estaba segura, pero la verdad es que me daba igual, ahora no estaba pensando en él ni en cómo se sentiría con mi actitud, estaba pensando en mí, en mis reacciones, en como controlarme ante una situación difícil, en como no perder los estribos ante la más pequeña de las provocaciones, aunque ésta no se había producido ¿o si? ¿era acaso el silencio de Lucas una provocación hacia mí? ¿pero que querría provocar, un enfrentamiento conmigo, una lucha, una forma de acabar conmigo porque se había hartado de mí, y para no tener que abandonarme en mi situación prefería que nos peleáramos sabiendo que él era mejor que yo de tal forma que yo sería la que sucumbiría sin esfuerzo alguno?. No, eso no podía ser, no quería pensar de aquella manera sobre Lucas, no lo permitiría, tenía que salir de allí cuanto antes y rápido, antes de que mi cabeza me hiciera pensar de esa forma tan cruel y mi lado vampírico hiciera el resto.Pasé a su lado y, al hacerlo, él levantó la mirada para ver a dónde me dirigía. Al ver mis intenciones me puso una mano en el hombro, y con voz ronca, dolida, pero a la vez expectante y con un leve deje de reproche preguntó:
- Bianca, ¿A dónde vas?
Tragué saliva, mis colmillos estaban a medio salir, pero aún no era posibles verlos por fuera de mis labios, no tenían intención de que supiera hasta que punto estaba enfadada, no sabía si se merecía en verdad o no la furia y el odio que estaban arraigando en mi interior, por ello necesitaba salir, alejarme todo lo que pudiera de él. Así que volví mi rostro hacia el suyo, le miré con dureza y súplica al mismo tiempo, luego volví a mirar hacia la puerta para que no viera mis colmillos salientes y le dije:
- Necesito salir a dar una vuelta, pensar y calmarme.
- ¿Calmarte? ¿De qué hablas? ¿Tan enfadada estás?
- Si, y no sabes cuanto. Si no salgo de aquí no sé si podré controlarme y prefiero hacerlo antes de que quedemos expuestos ante el resto de personas que están alrededor nuestra ¿no crees?
No respondió. Le eché un vistazo a su expresión, al principio parecía que iba a replicar, pero al ver mi expresión se puso pensativo, sopesando las opciones que tenía ante él, ¿Qué tenía que pensar?, no era él el que se iba, era yo. Entonces, como si de una revelación se tratara todo encajó de golpe: él estaba preocupado por mí, porque andara por ahí sola sin él, sin su supervisión, sin que supiera adonde iba o que iba a hacer, eso lo reconcomía, le había dicho a su madre que no iba a permitir a nadie que le separarán de mí, ni un solo minuto, ni un solo instante, me lo había dicho, me había confesado que ahora que me tenía no quería desperdiciar ninguno de esos preciados momentos, no después de todo lo que hemos pasado, no después de todo el tiempo que hemos estado separados, añorándonos, perdiéndonos solo en fantasías de estar juntos, no ahora que éstas se habían hecho realidad. Lo volví a mirar, esta vez más detenidamente, sus ojos se habían convertido en un auténtico mar de dudas, de preocupación por no saber exactamente lo que estaba pasando por mí cabeza, por no saber qué era lo que iba a hacer. Él me miraba con cautela, como si no quisiera ofenderme más, eso me aplacó un poco, pero aún así estaba decidida a poner un poco de distancia entre nosotros, serenarme de verdad y no solo lo justo para que cualquier palabra mal dicha que saliera de sus labios convirtiera ese pequeño remanso de paz de nuevo en una furia incontrolable, en despecho y odio de nuevo. No, no lo iba a permitir. Agarré el pomo de la puerta con su mano aún en mi hombro, como si quisiera detenerme, pero no con la fuerza necesaria como para hacerlo de verdad si en verdad decidía irme. Giré el manillar, entonces y sin previo aviso, Lucas me agarró más fuertemente de los hombros con las dos manos y me hizo girar hacia él:
- Bianca por favor espera, deberíamos…, no sé…, no te vayas – dijo finalmente entre balbuceos que comenzaban a ser incoherentes.
- No, debo hacerlo. – lo miré, esta vez un poco más calmada, pero al hacerlo me quedé de piedra cuando sus ojos me devolvieron, no una mirada solo de preocupación, si no una mirada que denotaba todo el horror, el dolor tan fuerte que sentía solo con la idea de tener que dejarme salir de esa habitación sin su compañía, sin que estuviese a mi lado, se veía reflejado en ella que el solo hecho de tener que separarse de mí le costaba la vida. No lo entendía del todo, aunque podía hacer conjeturas, pero éstas no se acercarían a la verdad, eso seguro, o al menos eso era lo que me intentaba decir a mí misma. – Déjame por favor, necesito salir, solo será un pequeño paseo para pensar nada más - Intenté tranquilizarle, pero lo único que conseguí fue que con ello todo su rostro junto con su mirar se convirtieran en una auténtica mueca de dolor, en un sufrimiento que dejó todo el odio y la furia que sentía en aquel momento hechos trizas, toda mi resolución, todo mi afán por salir de allí estaban flaqueando por momentos, me entraron ganas de abrazarlo, de decirle que no pasaba nada, que era solo un malentendido, pero no podía ceder ahora, simplemente no podía hacerlo.
Lo empujé suavemente de forma que conseguí alejarlo de mí lo suficiente como para poder abrir la puerta, pero él era muy rápido y me agarró por la cintura antes de que pudiera poner un pie fuera de la habitación siquiera. La rabia, el odio, la furia, volvieron a aflorar de nuevo, esta vez más rápido que antes, intenté zafarme del abrazo al que me encontraba sometida, intenté con todas mis fuerzas no perder los estribos, darme la vuelta y tirarme justo a su cuello para morderlo y partirlo en dos. No, no quería que aquello terminara en un duelo donde tendría que enfrentarme a la persona a la que más amaba en el mundo, a la que más necesitaba y, por ahora, con la única que contaba de verdad.
- ¡Suéltame ahora mismo! – le espeté en el más leve pero cruel susurro del que fui capaz, no quería llamar la atención de nadie más – ¡He dicho que me sueltes Lucas, no hagas que tenga que enfrentarme a ti, porque no es lo que deseo!.
Mi determinación y mi convencimiento me sorprendieron tanto como a él, supuse, pues en el mismo momento en que las palabras salieron de mis labios se quedó rígido, me soltó y se retiró un poco de mí.
- Sólo prométeme que no saldrás del almacén, por favor Bianca.
- No pensaba salir de aquí, si es eso lo que tanto te preocupa – le dije viendo como su expresión pasaba de la pura preocupación al reproche, como si para mí su preocupación fuera solo algo de lo que reírse y no algo de lo que tuviera que estar segura que sentía de verdad.
- No es eso lo que me preocupa – me espetó, intentando no perder el control conmigo, no queriéndose pelear.
- De acuerdo. Volveré cuando tenga las cosas un poquito más claras, pero después quiero que contestes a mis preguntas o de lo contrario, - le reté – vas a tener que dormir solo en esta habitación porque yo me iré con Dana y Raquel, al menos ellas no me mienten una y otra vez.
- No es eso, de…Lo corté con un gesto de la mano
- No me interesa, ahora no. Cuando vuelva ¿De acuerdo?Se lo pensó unos momentos antes de contestar:
- De acuerdo, después entonces.
Salí de la habitación y cerré la puerta tras de mí, y como si el invierno se cerniera de golpe sobre mi pecho, me sentí sola por primera vez desde que Lucas y yo huímos juntos de Medianoche hacía solo unas horas, tanto o más que cuando habíamos estado separados por tan largo tiempo atrás. Me abracé, rodeándome con mis brazos el pecho, consolándome, intentando alejar de mí la desolación que me estaba embargando tras dejar a Lucas dentro de la pequeña estancia, aún sintiendo su calor fluir a través de ella, pero era como si éste no llegara a tocarme, como si en ese momento me repeliera por completo, como no queriendo reconfortarme por lo duramente que me había comportado con él. Comencé a andar hacia la escalera ¿Adónde me dirigía? ¿Iba a estar dando vueltas por aquel almacén de nuevo como lo había hecho todo el tiempo durante aquella noche mientras Lucas y su madre discutían sobre si dejarnos o no dormir en la misma habitación?. Me sonaron las tripas y, como si de la llamada de la naturaleza se tratara, mi cuerpo reaccionó sin ni siquiera darme cuenta. Me dirigí directamente hacia la puerta que había al fondo del oscuro almacén, no tuve problemas en esquivar todos los cajones que se interponían entre ella y yo, pues con la luz que se filtraba por los diferentes ventanales que había repartidos por las paredes, no era del todo difícil. Cuando conseguí llegar hasta ella, la abrí muy despacio, intentando no hacer ruido. Muy lentamente bajé las escaleras una a una agudizando cada sentido para poder descubrir el más mínimo movimiento fuera de lugar, escuchaba perfectamente los movimientos que hacían los diferentes miembros de la cruz negra sobre su lecho, cada respiración, cada suspiro que se escapaba de los labios de los integrantes de aquel singular grupo mientras soñaban, pero también oía el caminar de un lado a otro de la habitación de Lucas. Por un momento sentí la necesidad de volver a la habitación, pero me contuve aferrándome como pude a la poca fuerza de voluntad que tenía cuando se trataba de él. Me alejé de ese sonido y me concentré en lo que realmente me pedía el cuerpo sin que fuera muy consciente de ello, el sonido de los diferentes animales que se encontraban en el sótano del almacén. Cuando estuve en el último escalón comencé a escuchar más atentamente cada sonido a mi alrededor, y tras unos minutos, como águila que se lanza en picado contra su presa, ágil, rápida y silenciosa, atrapé a una rata bastante grande, me la acerqué con determinación a la boca sin pensar realmente en lo que iba a suceder a continuación mientras ésta chillaba y se retorcía entre mis manos intentando morderme, y le clavé los dientes en su sucio y maloliente cuerpo, lo cual me hizo hacer un gesto de repulsión, pero en cuanto noté el sabor, la calidez y el fluir de la sangre a través de mi garganta, toda esa repulsión por lo que aquel animal representaba desaparecieron, sólo sentía la reconfortante sensación de la sangre llenándome y calentándome lentamente, pasando a través de cada vena de mi cuerpo como si se tratara del agua caliente de la ducha recorriendo mi piel tras un día frío y lluvioso. Mientras bebía la sangre del animalillo, el cual dejó de chillar a los pocos segundos de clavar mis dientes sobre su piel, pensaba en todo lo que había sucedido hasta entonces, desde que la señora Bethany entrara en la cochera aquella noche, hasta los apasionados momentos vividos con Lucas y, por supuesto, en lo que había sucedido en la habitación desde que habíamos entrado en ella. Me preguntaba una y otra vez qué era aquello tan importante que Lucas me había ocultado, qué era tan importante como para que no me hubiera avisado antes del ataque al internado para que estuviera preparada, para que hubiese podido ser de más ayuda a la hora de evacuar la academia, para que no me hubiese sentido tan impotente al ver que la gente a la que quería y respetaba, o al ver a los alumnos humanos que se encontraban en ella, corrían y luchaban por su vida mientras la cruz negra caía sobre Medianoche como un león sobre su presa, silencioso, pero mortal. Lucas debía de tener una razón de peso para no haberlo echo, pero no conseguía vislumbrar cual podría ser.
Cuando por fin dejé seco al pobre animal víctima de mi sed, tras sentir su último latido y la última gota caliente y dulce de sangre en mi lengua, me empecé a preocupar sobre lo que iba a hacer con su cuerpo desangrado “da igual, lo dejaré aquí, nadie bajará y nadie lo encontrará” me dije, “pero ¿y si bajan?, ¿y si lo encuentran?, estas personas son expertas en vampiros, saben como actuamos, saben lo que somos capaces de hacer, saben como nos alimentamos y lo que hacemos para no levantar sospechas, sabrán que alguien de dentro es un vampiro y seguro que llegan a la conclusión de que soy yo”, me estremecí, “y lo peor de todo será que Lucas quedará también expuesto y podría morir en el intento de salvar nuestras vidas. No, no puedo permitirlo”. Comencé a buscar a mi alrededor algún lugar que estuviera escondido, algún lugar donde deshacerme del cuerpo del delito que había cometido, pero por mucho que mirara una y otra vez no veía ningún lugar seguro para ello. Tras unos minutos me quedé petrificada al oír que alguien se acercaba con el más leve sigilo, con paso lento y pausado, “será Lucas” pensé, “ha venido a ver porqué tardo tanto, seguro que es él”, pero ¿y si no lo era? ¿y si era otro miembro de la cruz negra que había oído chillar al animal y bajaba para ver que sucedía y me veía allí plantada con el cuerpo de la rata en mis manos?. Escupí varias veces para limpiarme la boca de cualquier pelo que se me hubiese quedado entre los dientes, aunque esta vez - a diferencia de la primera en que me había alimentado de un ratón en la torre norte de la academia – lo había hecho todo más limpiamente sin ni siquiera darme cuenta; lamí mis labios nerviosamente una y otra vez hasta que el regusto a sangre desapareció y mis colmillos comenzaron a remitir de nuevo a su sitio, y me enderecé pues estaba sentada sobre mis talones en ese momento, poniéndome más nerviosa a cada paso que la persona que andaba a través del almacén hacia el sótano se acercaba más y más. Miré convulsivamente a un lado y otro, buscando un lugar donde pudiera dejar el cuerpo de la rata para que no se viera, al menos a simple vista. Cuando estaba al borde del colapso por los nervios que me recorrían de arriba a bajo me fijé en que uno de los cajones del sótano estaba ligeramente abierto, rápidamente y sin pensármelo me dirigí a él, levanté la tapa que cedió con un leve crujido, me estremecí de nuevo, y metí el cuerpo inerte de la rata dentro, lo cerré y me senté encima abrazando mis piernas con mis brazos contra mi pecho justo al mismo tiempo en que Raquel aparecía justo por la puerta. Terminó de abrirla del todo, pues la había dejado un poco entornada, y se apoyó contra el marco distraída, pensativa, con aire triste en el semblante, preocupada, mirando una y otra vez al interior del almacén como si estuviese esperando que se cernieran contra ella, frotándose compulsivamente el brazo izquierdo, como si no dejara de picarle por mucho que ella se rascara. No me vio, ni siquiera miró hacia el sótano, estaba abstraída, cada vez se la veía más frustrada y asustada. Entonces, como si quisiera darme la razón comenzó a temblar y no de frío, supe que el miedo le recorría el cuerpo como si fuera una corriente eléctrica que le subía y bajaba por la columna repetidamente, lo sabía porque durante los dos años que habíamos compartido juntas solo le había visto así en un par de ocasiones, tras las cuales había una razón de peso para que estuviese muerta de miedo – Erich ó el fantasma de su casa - “¿Qué le pasará?, hasta hace solo un par de horas estaba muy entusiasmada con estar aquí, ¿se habrá arrepentido? ¿se habrá asustado ante lo que tiene que enfrentarse una vez que se lo ha pensado mejor y ha visto las cosas con calma, reflexionándolas? ”, la incertidumbre de no saberlo me preocupó bastante.Cuando ya no pude soportar más el mirarla sin hacerme notar dije:
- ¿Raquel, eres tú?
Ella dio un respingo tan exagerado que casi se cae rodando los escalones, por suerte, tras tropezar con el primero se agarró a la barandilla y consiguió sujetarse y enderezarse a la vez que preguntaba:
- ¿Bianca? – mirando hacia la oscuridad del sótano. Comenzó a bajar cuidadosamente los escalones escrutando cada palmo de la estancia hasta donde su vista podía ver, aunque ya casi toda la estancia era visible para ella, ya que la luz del alba asomaba por las rendijas que estaban situadas en la parte superior de una de las paredes dando a la estancia una débil iluminación que, cuando te acostumbrabas dejaba ver prácticamente todo lo que en él se hallaba. - ¿Qué haces tú aquí? – me preguntó un poco perpleja al pillarme allí abajo, en la penumbra, como si no creyera que fuese yo.
Al principio no podía contestarle, me quedé en blanco aún con los colmillos retrayéndose en mi mandíbula. Volví a lamerme los labios para cerciorarme que no tenía sangre en ellos.
- Me he peleado con Lucas, - era verdad, al menos en parte, - y he decidido esconderme de él aquí. – me encogí de hombros al decirlo mirándola, quitándole importancia.
- ¡Oh, de acuerdo!, - me miró pensativa, como si quisiera decirme algo pero no se atreviera. No la forcé, solo la miré unos instantes, tras los cuales añadió bastante azorada, - ¿Quieres hablar de ello?.
- Ummmmm, - seguía mirándola, pero esta vez sopesando si contarle algo o no, sentía la necesidad de hablar con una amiga, de soltar todo lo que tenía dentro, pues, aunque ya estaba más tranquila tras el tentempié, mis colmillos estaban de nuevo en su lugar habitual y mis pensamientos estaban más organizados ¿cómo le iba a contar lo que había pasado sin revelarle que era un vampiro?. Me mordí el labio y la miré dudosa, pero tras pensarlo detenidamente unos instantes, le respondí finalmente, - Sólo hemos discutido por tener diferentes opiniones sobre esta nueva situación. – le contesté muerta de vergüenza por mentirle, aunque no del todo, creo.
- ¡Ah, ya veo!, bueno eso suele pasar, incluso en las parejas con más tiempo juntos del que vosotros habéis pasado últimamente. – todo su semblante cambió de pronto, me sonrió, una sonrisa cálida, abierta, sin temores, llena de confianza como nunca antes se la había visto, y, aunque todo ello no le llegara a los ojos que seguían teniendo la preocupación y el miedo reflejados, fue como si su sonrisa me inundara de una forma que todo lo que había estado sintiendo hasta ese momento se desvaneciera, de tal modo que sólo hubiese tranquilidad y felicidad alrededor mío. Le devolví la sonrisa del mismo modo que ella me la había regalado.
- Si, puede que tengas razón.
Se sentó en un cajón cercano al mío e imitó mi manera de sentarme en él, encogida con los pies sobre éste abrazándose las piernas con sus brazos y apoyando su cabeza sobre sus rodillas.
- ¿Y cómo es que has acabado en el sótano? – me preguntó ojeando a su alrededor y estremeciéndose al escuchar el sonido de los chillidos de las ratas que corrían a nuestro alrededor. - ¿No te da grima este sitio?
- Un poco – mentí – pero era el único lugar donde, si Lucas decidía salir del cuarto no me pudiera encontrar.
- Ummm, ya veo. Y no me vas a contar cuales han sido esas opiniones en las que no estáis de acuerdo ¿verdad? – la miré con aire interrogativo ¿a qué venían todas aquellas preguntas? - ¿Ha sido por lo que ha pasado esta noche en el internado? - Me quedé perpleja, se me había olvidado lo observadora que podía llegar a ser a veces.
- Si, algo así – dije mirando al suelo, sin poder levantar la mirada para verla.
- Pues no veo el problema Bianca
- ¿Perdona?
- Si, no veo porque lo que haya pasado esta noche en el internado tiene que afectar a tu relación con Lucas – la miré más que sorprendida por sus palabras – si ya sé, sé que Lucas nunca me cayó bien, pero desde que sé lo que estaba haciendo y he comprendido su comportamiento en ella, ahora veo que es un tío legal y que está aún más loco por ti de lo que, perdóname que te lo recuerde, - dijo bajando la voz hasta un susurro apenas audible - Balthazar lo estaba.
La miré, pensando que era la primera vez que Raquel me hablaba sobre chicos de esa forma, pero lo que más me dolió fue en la forma en que dijo el nombre de Balthazar con recelo, como si lo odiara, como uno más de la cruz negra, aunque solo sabía de ella desde hacía un par de horas.
- Balthazar es un buen tipo – le dije con la voz un poco dura.
- Y no lo niego Bianca, pero ¡es un vampiro, Bianca, un vampiro! – dijo sobresaltada y con la voz un poco alta.
Me erguí, tenía los sentidos un poco más agudizados gracias a la sangre fresca de la rata que acababa de beber, por lo que me puse muy alerta sobre cualquier sonido que revelara que cualquier otra persona la hubiese oído y bajara a ver que pasaba. Se abrió una puerta, ambas nos pusimos rígidas, me concentré en el sonido y por el sonido del suspiro de Lucas supe que era él quien se había dado cuenta de que no estaba sola, sabía que podía oírnos si quería, pues sus poderes vampíricos seguro habían crecido desde la última vez que hablamos de ello. Tras unos segundo escuché como Lucas volvía dentro, cerrando la puerta tras de sí, volviendo a pasear arriba y abajo de la habitación.
- ¡Uf! Porque poco – susurró Raquel.
- Si, la próxima vez intenta no alzar tanto la voz ¿ok?
- Vale, vale, lo siento. Pero no lo entiendo Bianca, sabiendo lo que sabes ¿Cómo puedes aún ponerte a su favor? ¿Cómo puedes ser tan benévola sabiendo que los que decían ser tus padres no lo eran, sino que son unos asesinos que posiblemente mataron a tus verdaderos padres para criarte ellos, eh? ¿lo has pensado?
“Ellos son mis verdaderos padres, hicieron un trato con los fantasmas que han estado acechando en Medianoche este curso” pensé, “y no son unos asesinos” o al menos de eso quería convencerme, aunque ya no estaba segura de nada.
- Ya lo sé, pero aún así no me puedes negar que no han hecho daño nunca a nadie. Y no me puedes negar que Balthazar y Ranulf han sido muy buenos compañeros y amigos este año ¿no es así?
- A saber qué pretendían – bajó la mirada y de nuevo se le ensombreció el rostro, no tuve que preguntarle, sabía la respuesta, estaba pensando, al igual que yo en Erich, el cual la había perseguido, asediado y asustado hasta el borde del colapso. No sabía que contestarle, me moría de ganas por replicarle acerca de Balthazar y Ranulf, decirle que todos los vampiros no eran iguales, que no todos eran asesinos despiadados como creían fervientemente en la cruz negra, pero en ese momento ni yo misma me lo terminaba de creer, como para reprochárselo a ella.
Tras unos minutos de silencio, la miré, volvía a estar pensativa, con el semblante aún más ensombrecido que antes y con los ojos abnegados en lágrimas que le caían silenciosamente por la mejilla.
- Raquel ¿qué te pasa? - Le pregunté preocupada.
Me miró, pero no respondió. Sin embargo, enjuagó sus lágrimas con la manga de la camiseta que llevaba, la cual se notaba que le habían prestado, pues le quedaba enorme, y sin previo aviso se levantó de un salto del cajón, se acercó a mí y cogiéndome la mano tiró de mí para que también yo me levantara. La miré desorientada, no sabiendo como reaccionar, entonces ella me miró y, aunque su mirada aún estaba triste y preocupada, su semblante estaba iluminado por la felicidad y algo más que no sabría definir, pero que le daba un brillo a su tez y a su cara, como si fuese un niño pequeño al que le han regalado un juguete nuevo.
- ¡Raquel!, - tiré de ella al pararme, pues estábamos andando hacia las escaleras, - ¿qué crees que estás haciendo?
- Ayudarte
-¿Ayudarme? ¿En qué? - Me miró sonriente y volvió a llevarme escaleras arriba
- Es obvio, a hacer las paces con Lucas, sé que no he sido muy justa con él, pero tengo que admitir que es un buen tío y no voy a permitir que ahora que estáis de nuevo juntos os estéis enfadando por cosas triviales.
- ¿Cuándo te has convertido en una alcahueta conocedora de los amores ajenos? – le pregunté con cierto reproche, pero con una nota de humor. Puso los ojos en blanco y se paró tras cerrar silenciosamente la puerta del sótano una vez la atravesamos.
- Ya sé que no soy una experta Bianca, pero lo que si sé es que tú y Lucas sois el uno para el otro. Lleváis más de un año sin veros, aunque algo me dice que eso no es del todo cierto ¿a qué no? - me miró suspicaz y yo me sonrojé sin poder contrariarla, - ¡lo sabía!, - respiró hondo y continuó-, pero eso no es lo importante, lo importante es que volvéis a estar juntos y que por el momento no tenéis que separaros ¿No es eso suficiente para que no desperdiciéis vuestro tiempo discutiendo? Y mucho menos la primera noche de vuestro reencuentro ¿no crees?. Me quedé mirándola fijamente, compungida, aunque Raquel nunca expresaba sus sentimiento tenía que reconocer que tenía buena vista para los de los demás y mucho menos negarle lo que era tan evidente, Lucas y yo estábamos locos el uno por el otro, lo cual no podía discutírselo- Además, - continuó – por hoy lo que puedes hacer es dejarlo correr, disfrutar del momento que se os ha dado estando solos y mañana hablar de ello tranquilamente.
Lo reflexioné unos minutos. Siempre había estado ansiosa cada vez que Lucas y yo nos veíamos, sobretodo cuando nos rozábamos y abrazábamos el uno contra el otro, siempre me decía que ojalá pudiéramos estar siempre así de cerca, cuerpo con cuerpo, uno contra el otro, sin que nada se interpusiera entre nosotros, que estaba dispuesta ha hacer lo que fuera para conseguirlo, y ahora que por fin lo podía tener, aunque fuera solo por una noche, yo estaba allí desperdiciando todo aquel tiempo tan valioso para estar juntos.
- Tienes toda la razón – le dije al fin
- Lo sé – contestó con burla. Nos reímos bajito durante varios segundos, tras los cuales me dije a mí misma que era una idiota por haber actuado como lo estaba haciendo, al pensar que ella tenía razón. - ¿Y a qué estás esperando? ¡Sube allí arriba y arréglalo! ¡Vamos! – me sobresalté, pues lo dijo con tal fuerza y confianza en que todo se iba a arreglar de una forma sencilla y fácil que me contagié de ese sentimiento, comencé a andar sin pensar en nada más que no fuese ver a Lucas para arreglar las cosas.
- De acuerdo, lo haré – me dije mientras atravesaba el almacén hacia las escaleras que subían al piso superior. Eché a andar con paso decidido hasta la escalera, pero cuando había subido el primer escalón me detuve de golpe, me giré hacia ella que seguía mirándome con ojos tristes, pero con una expresión alegre, desprendiendo una confianza más propia de Dana que de ella y le pregunté: - ¿Qué haces todavía ahí abajo? ¿No vienes?
Me miró un poco sobresaltada, primero con vergüenza, como si la hubiese pillado haciendo algo que no debía mientras estaba estática como una figura de mármol delante de la puerta del sótano, bajó la mirada hacia sus pies, se balanceo adelante y atrás sobre sus talones pensativa, luego volvió a mirarme y me dijo con un poco de recelo.
- ¿Y qué más da lo que haga aquí? Solo quería dar una vuelta y pensar a solas antes de encontrarte, así que me quedaré por aquí y seguiré con mi primer plan. - Pero por la postura rígida, casi a la defensiva que fue adoptando mientras lo decía, su resentimiento creciendo en su mirada y la dureza con que terminó de decirlo, supe que no me estaba diciendo toda la verdad, algo le pasaba, pero sabía muy bien que no me lo iba a decir, no en aquel momento. - ¡vamos sube! ¿a qué estás esperando?
- ¿Seguro que te encuentras bien? Puedo quedarme si quieres y hablar.
- ¿Y qué pasa con Lucas? – replicó
- Luego lo solucionaré con él, puedo quedarme si lo prefieres. - Ella negó enérgicamente con la cabeza y me miró con recelo por no querer darle intimidad.
- No será necesario. Sube ahí arriba y no salgas hasta que hayas arreglado las cosas con Lucas. Ya me encargo yo de que nadie os moleste – y aunque lo dijo sonriente y no muy convencida, sabía que al menos lo intentaría.
- Gracias – fue lo único que le pude decir.
Subí las escaleras muy despacio, echándole un último vistazo a Raquel, la cual ya se había sentado en un cajón cerca de la puerta del sótano, acurrucada y abrazándose las piernas de nuevo con los brazos, pero no pude verle la cara, ya que se había sentado de tal forma que me estaba dando la espalda. “Cuando termine con Lucas y salgamos de la habitación intentaré que me diga lo que le pasa, porque está muy deprimida y no la quiero ver así”, me prometí.
Cuando estuve enfrente de la puerta de la habitación de Lucas y mía, comencé a ponerme muy nerviosa. Oí que Lucas se acercaba a la puerta, había estado escuchando como me acercaba cada vez más a ésta y me esperaba justo detrás, vacilando tanto como yo en abrirla o no. Podía sentir su calor, esta vez abrazándome, dándome la bienvenida de nuevo a sus brazos, recorriendo mi cuerpo, calentándolo, haciendo que me estremeciera de los pies a la cabeza con pequeñas corrientes eléctricas que me atravesaban al sentirlo. Se me aceleró el corazón y comencé a respirar entrecortadamente, dejándome llevar por ese calor, por esa electricidad que me llevaba hacia Lucas, que me atraía como un imán hacia él. Al fin, sin poder resistirlo más, cogí el pomo de la puerta y lo giré, en el momento en que lo hice Lucas terminó de abrir la puerta y nuestras miradas se encontraron, estaban tan llenas de pasión ardiente y acruciante que todo lo que había pasado entre nosotros antes no importó, solo nos importó el hecho de estar juntos, de saber que nadie nos iba a separar, al menos por ahora. Sin dejar de mirarlo me lancé a sus brazos y lo abracé con fuerza, como si quisiera fundirme con él.
- Bianca. – susurró apretando su cara contra mi cabello, aliviado. – Lo siento yo… - Pero lo callé con un fuerte beso.
- Me da igual, todo lo que me tengas que decir puede esperar para más tarde. Por ahora solo estamos tú y yo ¿de acuerdo? – y lo miré con tal deseo ardiendo dentro de mí que lo único que hizo fue asentir, tras lo cual cerramos la puerta y nos perdimos dentro de nuestra habitación de nuevo.

1 comentario:

  1. Anónimo7/7/09, 2:20

    holaa... soy pauli, una fiel seguidora de las tantas historias relacionadas a cosas sobrenaturales,, y en especial a este blog del cual leo muchísimos capítulos.,

    quería que alguien me diga cuando va a salir la tercera parte de academia medianoche, _( o sea la continuacion de adiccion)...

    por favorrr!!! alguien,, espero que me puedan ayudar..


    gracias..:) y como dije me encanta el blog


    pauli ♥

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