domingo, 5 de julio de 2009

ADICCIÓN

Bueno aki los 2 ultimos capis antes del nuevo jejejejeje ya keda menos.

Capitulo 31

Me desperté confusa, muy confusa, recordaba claramente que estaba con Lucas, recordaba sus besos, sus caricias, el calor de su cuerpo sobre el mío…. Me estremecí ante el simple recuerdo de su cercanía, entonces volví a ver sus ojos en mi mente, su deseo, su extraño deseo y de nuevo me estremecí, pero no como antes, no, esta vez mis temblores eran miedosos, atemorizantes; ¿por qué? ¿por qué me atemorizaba esa mirada llena de deseo si lo que deseaban sus ojos era a mí como yo lo deseaba a él?. No lo entendía, pero no le quise dar importancia, "Solo son los nervios", me dije para infundirme valor, seguramente la cercanía del momento que tanto esperaba me puso nerviosa y eso fue lo que me hizo ver demonios donde no los había. "¿Estás segura?" me preguntó una vocecilla en mi cabeza "¿Por qué no he de estarlo?" le recriminé, "Tú sabrás" fue lo único que me contestó. Me sentí indecisa ante tal comentario, ¿acaso debía temer algo de Lucas? Eso era una absoluta estupidez, Lucas me ama, me ama tanto como yo lo amo a él, entonces ¿por qué dudar de lo que leí en sus ojos?, "Fueron los nervios, nada más" me repetí una y otra vez en mi cabeza, ahogando los interrogantes y las contestaciones de la entrometida vocecilla.
Cuando ésta se cayó, respiré hondo y el aire gélido entró en mis pulmones congelándolos de frío ¿Dónde me encontraba?. No me había fijado hasta ese momento del lugar en el que me hallaba, había estado tan absorta en mis pensamientos que no me había fijado en que ya no me encontraba en nuestra habitación, ni en el almacén. No, no estaba allí. Tanteé con mis manos el suelo donde me encontraba tendida, era tierra sobre lo que mi cuerpo descansaba, tierra húmeda y mojada, llena de hojas secas que se habían desprendido de los árboles a fin de forrar el suelo con su manto y crear un follaje propio del verano. Me incorporé hasta sentarme con las piernas cruzadas, inhalé de nuevo el aire puro que se me ofrecía y noté que lo conocía, conocía aquel olor a bosque, a zarzas y setos, estaba de vuelta en los terrenos de Medianoche, ¿pero cómo? ¿cómo había llegado hasta allí?.

Me levanté y miré a mi alrededor, allí estaba ella, tan alta, tan esplendorosamente, tan desgarradoramente terrorífica como siempre había estado, tan imponente como siempre. Sentí recorrer por mi piel de nuevo un escalofrío, era esa sensación tan conocida por mi cuerpo, la sensación de estar contemplando de nuevo la Academia Medianoche, ahora si cabe, mucho más tétrica tras el incendio. Sentí que alguien me observaba, me fui girando poco a poco, quería hacerlo rápidamente por el posible peligro que aquello llevaba consigo, pero mi cuerpo no respondía, por el contrario, fue girándose poco a poco, muy lentamente. Me dí cuenta de que todo a mi alrededor cambiaba, desdibujándose, como si fuese un borrón que se está borrando tras dibujarlo con un lápiz. Cuando terminé de darme la vuelta, me encontraba todavía en los terrenos del internado, pero mi ubicación había cambiado, no sabía como, pero me había desplazado sin notarlo, sin saber cómo había llegado hasta allí. Me encontraba en un claro que había cerca de la orilla del lago que había en los terrenos, me miré y me sorprendí al verme vestida con magnífico vestido negro de gala, era de seda brillante, de una sola pieza, en los bajos de la falda había unos bordados de estrellas hechos con hilo de color oro; me quedé maravillada al contemplar aquellas estrellas dibujadas y relucientes, era como mirar al cielo en plena noche y ver las estrellas brillar sobre él. Llevaba unos finos zapatos de tacón, también en color negro. Todo aquello era muy extraño, pues además de mi fino atuendo me encontraba sobre una tarima, una tarima de madera oscura imitando a un pequeño escenario en donde poder bailar, era un círculo lo que me rodeaba y yo me encontraba justo en el medio de él. Sentí de nuevo esa presencia detrás de mí, pero al voltearme mis ojos se cubrieron de negro, alguien, no sabía como, me había colocado una venda para que no pudiese ver. Tras unos segundos petrificada por todo aquello, que se me hicieron tan largos como si fuesen minutos, sentí unos brazos alrededor de mi cintura que me envolvían dulcemente entre ellos, me sobresalté por la sorpresa, intenté apartarme, pero para mi asombro me dí cuenta de que mi cuerpo no me respondía, ya no. Desde ese momento me convertí en una mera espectadora de la situación, pero sin juicio ni actuación sobre ella. Los brazos me aferraron contra un cuerpo cálido, fuerte y fornido. Me hubiese gustado gritar, apartarme, pues mi olfato me confirmó que la persona que me estrechaba contra su cuerpo no era Lucas, mi Lucas, él olía a bosque, a tierra húmeda, a sol de otoño al atardecer; sin embargo la persona que me tenía presa de su cuerpo olía a sol, a un sol radiante, olía a agua salada, olía a olas y a playa, exactamente a eso era a lo que olía, a un hermoso día de verano en la playa bajo la abrasadora luz del sol. Era extraño, pero, aunque no reconocía a nadie que conociera que oliera así, su olor me resultaba familiar, muy familiar, como si mi cuerpo ya hubiera estado cerca de ese aroma más veces. Lo deseé, deseé con fuerza algo que sabía que iba a suceder, aunque no supiera de qué narices se trataba. Entonces unos labios ardientes, sensuales y gruesos se acercaron a mi cuello y comenzaron a besarlo dulce, lasciva y suavemente de arriba a bajo, desde el hueco en la base de éste, subiendo por mi mandíbula hasta llegar al lóbulo de mi oreja, una lengua caliente y húmeda lamió sensualmente mi lóbulo. Mi cuerpo se estremeció de placer ante aquel roce, un cosquilleo comenzó a surgir en mi interior anhelante, deseoso, la lujuria comenzó a apropiarse de mis actos. Estiré mi cuello y apoyé mi cabeza sobre el hombro de aquel desconocido, no sabía quien era, no lo conocía, al menos, que yo supiera, pero su simple roce me desarmó como la más dulce caricia de las que Lucas me había brindado hacía solo unos momentos. El recuerdo de Lucas impactó en mi mente, devolviéndome a la realidad, mi cuerpo no respondía ante la simple orden de mi mente de separarme de aquella persona ajena a mí, pero mi voz parecía aún serme fiel.
- ¿Quién eres? – conseguí decir entre un susurro entremezclado con un largo suspiro, pues el roce de los labios de aquella persona no cesaron en mi cuello, por el contrario se sumaron a su recorrido mi clavícula, mis omóplatos y la parte delantera de mi pecho. Quería sobreponerme, revelarme contra todos aquellos besos, contra todas aquellas caricias, pero no podía, simplemente no podía por mucho que mentalmente lo intentara.
- Amor ¿Sólo te alejas de mí dos días y ya no te acuerdas ni de quién soy? – me preguntó la voz de aquel hombre, aunque en realidad sonaba más bien como un chico, como un chico de mi misma edad, o incluso, un poco mayor, quizás de la edad de Lucas. – Ummmmm, hoy estás verdaderamente preciosa. Estás para comerte, mi reina. - ¿sería un vampiro? No podía ser, simplemente me negaba a ello ¿cómo había acabado en los brazos de un vampiro en los terrenos de Medianoche vestida de gala y deseosa de que continuara con sus besos sobre mi piel aunque yo intentará negarme a ellos?
- No sé si de verdad eres tú o no – me oí decir jadeante, deseosa, sensual. ¡Ya ni mi voz me pertenecía! ¿pero qué demonios estaba pasando conmigo? Solo mi mente parecía cuerda en ese inmenso caos.
- ¿Por qué no me dejas que te lo demuestre? – preguntó pícaramente la voz.
Intenté que mi cuerpo se negara con todas mis fuerzas, poder resistirme ante lo que estaba sucediendo, poder apartarme de aquel muchacho, de aquél vampiro al que no conocía, porque estaba segura de que era un vampiro, nadie más hubiera empleado la palabra “comerte” de esa forma tan singular. "Pero Lucas lo ha hecho, te ha dicho en alguna ocasión lo espectacular de tu aspecto diciéndote eso mismo, diciéndote entre admiraciones que estabas para comerte entera, ¿es qué no te acuerdas?". "¡¡CÁLLATE!!" le grité a la voz lo más fuerte que pude en mi mente, claro que me acordaba, me acordaba nítidamente de las dos ocasiones en que me lo había dicho, pero al fin y al cabo era Lucas, él llevaba lidiando con vampiros desde su nacimiento e intentaba en aquel entonces mezclarse en su mundo, aunque no con mucho éxito he de admitir.
De nuevo mi cuerpo tembló ante el sentir cálido de aquellos labios, ahora sobre los míos, los cuales se movían sobre ellos de forma regular, constante, amoldándose a la perfección a ellos como si ya se conocieran, como si en otras ocasiones ya se hubieran besado, como si se entregaran diariamente los unos sobre los otros. Su presa se hizo más intensa sobre mi cuerpo, me ceñía más y más a su propia piel conforme los besos se intensificaban. Mi torso se amoldaba a la figura de aquel muchacho, sus músculos golpeaban mi pecho con insistencia queriendo más, mucho más. Al fin, sus labios cesaron en su roce contra los míos, pero siguieron su camino hacia abajo, de nuevo hacia mi pecho, mientras mi respiración se entrecortaba y los gemidos salían libremente entre mis labios. El escote del vestido era cuadrado, bajo, su filo acababa justo dos dedos por encima de donde comenzaban las aureolas de mis pezones. Descendió despacio, suavemente, deteniéndose ante cada erizar del pelo de mi piel, suspirando ante cada reacción de mi cuerpo ante sus caricias. Llegó al borde le la tela del vestido, pero como si la intimidad no fuera un obstáculo entre nosotros, metió su lengua entre la tela, lamiendo mis pechos alternativamente, llegando con el roce de ésta hasta la linde de mis pezones. Escalofríos, escalofríos y descargas eléctricas eran lo que recorrían mi espalda, mi columna, todos y cada uno de mis nervios, de mis músculos en ese momento. El placer, el placer se apoderó de mí intensamente, haciéndome estallar en llamas cuyo agua para apagarlas estaba en el cuerpo de aquel extraño, en su piel se encontraba la cura para la locura que me consumía, en su boca estaba el remedio para la enfermedad que se apropiaba de mi vida llevándose con ella mi alma, mi bendita alma, si es que yo la tenía.
Mi cuerpo se curvó ante sus caricias. Sus manos fueron certeras al encontrar el broche que cerraba mi vestido contra mi piel, sin esfuerzo lo abrió, como si fuera algo que hiciera a menudo en mi presencia, parecía saber exactamente lo que quería, lo que mi cuerpo gritaba desde su interior. Mi mente, por el contrario, luchaba, luchaba contra la locura y la lujuria que mi cuerpo sentía ante su contacto, ante sus ardientes caricias, ante el conocimiento que, sorprendentemente, tenía de mi ser. Mi mente se aferraba al recuerdo de Lucas, a su propia persona y a cómo me hacía sentir, a mi amor por él, pero eso solo empeoraba las cosas, pues la venda que aún tapaba mis ojos me sumergía en la más negra oscuridad, haciéndome sentir como si aquello lo estuviera haciendo él, como si lo estuviese haciendo Lucas, aunque no lo fuera, mi mente me hacía creer que sí y el fuego que en mi interior ardía crecía aún más, devorándome intensamente, claudicándome a entregarme cada vez más a los brazos de aquel desconocido. Entonces, bajo la presión de mis deseos, de mis torturas y de sus caricias una idea se formó en mi mente.

- Quiero verte, - le dije sorprendentemente controlando mi voz de nuevo – quiero poder mirarte a los ojos y sumergirme en ellos. - Las caricias, los besos y los roces cesaron, el cuerpo del muchacho se quedó petrificado como si la petición que le hacía fuese inusual, incorrecta, no muy corriente entre nosotros. - ¿qué pasa? –le pregunté ante su actitud y su silencio mortecino.
- No…, no es nada, es solo…, es solo que me has pillado desprevenido.
- ¿Por qué? – su respuesta no era lo que me esperaba y mucho menos después del conocimiento que, al parecer, tenía sobre mi cuerpo y sus deseos.
- Porque nunca antes me has pedido o permitido retirarte tu vendaje, desde el principio dejaste muy claro que no querías que nos miráramos a los ojos y las veces que lo he intentado… que he intentado pillarte desprevenida y retirártelo para mirarlos, te has ofendido y te has ido de mi lado, dejándome solo y apenado hasta que has decidido volver de nuevo a mí. – su repuesta me dejó helada ¿cuánto tiempo llevaríamos así? No lo entendía, no podía ser, yo era la primera vez que lo veía, bueno, más bien que lo sentía, que estaba con él.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Con qué?
- ¿A qué te refieres con que nunca te he dejado hacerlo? – le pregunté curiosa y ávida de información que me fuese útil para comprender todo aquello, para comprender aquella situación. - Me refiero a que en todos estos meses nunca lo has hecho ¿por qué ahora ese cambio de opinión? - ¿Meses? ¿me estaba tomando el pelo, verdad? Yo no podía llevar meses viéndome con esa persona, eso era absolutamente imposible, solamente no podía ser. Tras unos minutos de incómodo silencio, al fin mi garganta se deshinchó lo suficiente como para seguir buscando información ante tan extraña situación.
- ¿Meses? ¿Cuántos meses llevamos viéndonos?
- Siete, creo. – dijo incrédulo ante mi reacción. - Mis citas contigo son siempre un misterio, simplemente me encuentro aquí cuando el sueño me domina y mi alegría se dispara cuando te encuentro junto a mí - ¿Sueño? ¿Qué quería decir con sueño? ¿acaso era todo aquello simplemente un sueño? ¿podía ser simplemente todo eso fruto de mi imaginación?
- ¿Un sueño? ¿Simplemente soy eso, un sueño? – me oí decir de nuevo sin control sobre mi voz.
- ¡¡¡¡¡NO, POR DIOS NO!!!!! – gritó el desconocido tan alto, tan histérica y dolorosamente, que sentí pena por él, pues el simple hecho de aquella pregunta, de mi pregunta, le había causado tal dolor que, sin quererlo, mi corazón se desgarró junto con el suyo por el sufrimiento.
- Lo siento, lo siento mucho – le dije arrepentida por mis palabras.
- No…, no importa mi reina - ¿A qué venían todos esos sobrenombres que los hombres nos ponían a las mujeres?
- Mi nombre es Bianca y te agradecería que me llamaras así – le espeté, estaba harta de que nadie lo usara, con lo bonito que a mí me parecía.
- ¿De verdad? – preguntó sorprendido, pero la que se sorprendió más fui yo.
- ¿Ni siquiera sabes cómo me llamo?
- No, - dijo rotundamente – no lo sabía, nunca me lo habías dicho, siempre preferiste que te llamara “mi reina” a decírmelo.
- ¿No te gusta? – le reproché, cada vez entendía menos de todo aquello, sus repuestas en vez de ayudarme a aclarar las cosas me las ponía aún peor .
- No, no es eso, es solo que…. – se alejó de mí un poco, sentí el viento gélido de nuevo contra mi piel casi desnuda de cintura para arriba, - ¿A qué viene este cambio repentino Bianca? ¿A qué viene todo este cambiar las reglas? Desde el principio has sido muy clara, siempre me dejaste claro como querías que fuera nuestra relación, pero hoy, esta noche, después de tanto tiempo vienes y las cambias ¿Qué te ha pasado? – quiso saber.
"No soy la persona que piensas, no te he conocido en mi vida y no he estado contigo nunca", pensé para mis adentros, pero no creía conveniente hacerle saber aquello, aún no, no hasta que yo misma entendiera que estaba pasando en realidad.
- ¿No te gustan las nuevas reglas? – le preguntó de nuevo mi voz sin mi consentimiento. Me cohibí como nunca antes lo había hecho con nadie. Ese extraño…, aquel muchacho…, todo aquello era simplemente una locura, una verdadera e interminable locura con la que mi mente me jugaba una mala pasada.
- No es eso mi preciosa y orgullosa Bianca – se rió y el solo vibrar de su risa hizo que mi cuerpo se estremeciera de nuevo al sentir otra vez su cuerpo cerca, tan próximo al mío que parecía que su corazón latía en mi pecho en vez de en el suyo, – solo me sorprende este cambio repentino, después de la discusión que tuvimos hace dos noches…, este cambio me ha sorprendido simplemente. – y sin más sus labios se abalanzaron de nuevo sobre los míos, suaves, sedosos, dulces y ardiente invitándome a seguirle, y mi cuerpo le seguía, no se lo podía impedir, esta vez no quería impedírselo, ¿pero por qué? No sabía la respuesta, lo único que era cierto en aquel momento es que quería abandonarme entre sus brazos, ser suya por completo, solo eso.
- Quítame la venda por favor – le dije deseosa de poder mirarle a los ojos para intentar saber qué era lo que pasaba conmigo, - …esto… ¿y tú como te llamas? – le pregunté al darme cuenta de aquella cuestión.
- Adam, me llamo Adam mi amor – respondió con el deseo impreso en su voz, mientras su aliento rozaba suavemente mi pecho de nuevo en aquel instante.
- Adam…. – y ya no pude decir más, me abandoné a sus manos, a sus caricias, a sus enfebrecidos besos, me abandoné enteramente a él ¿por qué? No lo conocía, no sabía la respuesta a esa pregunta, pero estaba en un sueño y, aunque Lucas siguiera presente en mi mente, me decía una y otra vez que no le estaba engañando, eso no sería posible, lo amaba y aquello era solamente un sueño, un estúpido, pero placentero sueño.
Las manos del muchacho recorrieron mi espalda hasta posarse una en mi cintura, sujetándome, curvándome para exponer mi cuello a su boca, la otra se dirigió lentamente por mi nuca, rozando mi pelo, entrelazando sus dedos en mi cabello, hasta llegar al nudo que sujetaba la venda sobre mis ojos. Una vez suelta la retiro de mí y la dejó caer al suelo, pero aún no estaba lista para mirarle aunque la curiosidad me mataba. Seguí con los ojos cerrados mientras recorría mi cara con la punta de sus dedos, mis párpados, mi nariz, mis labios fueron los objetivos de las yemas de éstos. Miles de pequeñas corrientes me subían por la espalda, hasta el cuello, hasta envolverme el mismísimo cerebro, no lo entendía, lo juro que no, pero era muy, muy placentero y no podía, ni quería resistirme en aquellos momentos a todo eso.
- Mírame Bianca, por favor, mírame – la voz de Adam sonó cerca de mi oído, su aliento me acariciaba dulcemente la piel de mi lóbulo, lo cual provocó que soltara un gran suspiro junto con un leve gemido ante él. Abrí mis ojos lentamente, acostumbrándome a la tenue luz con que la luna nos bañaba, parpadeé varias veces antes de poder enfocar algo, de enfocarle a él, a sus ojos, sus intensamente azules ojos. No supe cómo ni cuando, lo único que supe era que estaba perdida, perdida dentro de aquellos dos cristales, tan azules, tan intensos como el propio mar, sus iris parecían reflejar las olas de éste al moverse y unas finas líneas amarillas los sondeaban como si fueran los mismísimos rayos del sol los que arrancaran destellos en ellos como lo hacía en el agua salada. Eran maravillosos, eran los ojos más bonitos y penetrantes que había visto en mi vida y yo estaba perdida en ellos. – Eres aún más preciosa con esa mirada – me dijo, pero aún así no pude separar mi mirada ni un segundo de la suya, estaba maravillada, asombrada, deslumbrada con ella, y él, él parecía tan atrapado y tan sumergido en la mía como yo lo estaba en la suya.
No se cuanto tiempo estuvimos así, mirándonos el uno al otro, sin descanso, sin aliento que nos hiciese volver a nuestros cuerpos, simplemente nos habíamos perdido dentro del otro, muy dentro, tanto que el alma de Adam me parecía algo tangible, algo completamente corpóreo en mis adentros.
La luz del alba nos cogió por sorpresa. Adam parpadeó y el hechizo que se había formado entre nosotros quedo roto, aunque no del todo.
- Se nos acabó el tiempo – dijo tristemente, con la congoja de aquello que sucedía.
- ¿Te volveré a ver? – le pregunté sintiéndome un poco estúpida al hacerlo.
- Claro, - su seguridad me dio esperanzas, aunque no sabía sobre qué – esta noche, de nuevo, cuando el sol se oculte, no quiero que te pase nada Bianca, nada, ya lo sabes. – y sin más me dio otro largo, enfebrecido y tierno beso que me supo a despedida, se lo devolví no muy segura de si solo sería el último beso de aquel día o el último de mi vida, no lo sabía y eso muy en el fondo de mi pecho, dolía. – Adiós mi vida, adiós mi amor, hasta esta noche mi dulce y adorable Bianca. – y mi nombre resonó mientras una niebla cubría todo a mi alrededor dejándome en la penumbra del día.

- Bianca, Bianca, vamos despierta mi vida, ya es de día – la voz de Lucas me sobresaltó de tal manera que me levanté de un salto del colchón, me puse en pie y miré a mi alrededor desconcertada, confusa y desorientada. Lucas me miraba con detenimiento, confuso al igual que yo, pero no dijo nada.
- Ha sido un sueño, solo ha sido un sueño – mi risa comenzó a salir por mi garganta, mientras intentaba ahogar el dolor que aún sentía en mi interior, ¿pero por qué? ¿por qué estaba sufriendo por un desconocido que ni siquiera existía? Era una boba y me estaba comportando como tal, ¡cómo si no tuviera bastante de lo que preocuparme ya!
Lucas se levantó despacio y me abrazó dulcemente mientras sus labios besaban mi cabello. Me sentía también entre ellos que el dolor desapareció casi al instante, ¡pero qué tonta había sido! Lo tenía a él y nadie más importaba, nadie, absolutamente nadie más, solamente él y yo, nadie más. Lo estreché también, casi ahogándolo por la fuerza que ejercía sobre su cuerpo, pero si le dolió no salió queja alguna de su boca. Me separé un poco de él y le miré intensamente, sus verdes ojos oscuros eran un regalo del mismísimo cielo para mí, no había otros iguales a ellos, ya no más, no los abría nunca más. Acercó sus labios a los míos y sus besos se sintieron aún más dulces que de costumbre, mis manos se perdieron sobre su espalda desnuda, acariciándola, sintiendo cada cambio en sus músculos y en su epidermis que se erizaba al contacto con mis dedos. Él respondió de la misma manera y sus caricias me llenaron por completo ¿Cómo había sido capaz de entregarme a otro aunque fuese en sueños teniendo a la persona más maravillosa de este mundo junto a mí? Era una estúpida, de eso no cabía la menor de las dudas.
Nos seguimos besando lentamente, pasionales, ardiente, pero suavemente durante varios minutos, los cuales se convirtieron en escasos cuando sentí su cuerpo alejándose de mí.
- No – le dije aún gimiendo entre sus brazos, intentando estrecharlo de nuevo contra mí.
- Bianca – comenzó a reír levemente mientras besaba el dorso de las palmas de mis manos – mi dulce y adorable Bianca – me quedé parada por la coincidencia entre sus palabras y las de Adam en mi sueño. Le miré desconcertada, pero él solo me devolvió otro beso igual al anterior y una amplia y gran sonrisa. – sé que lo deseas al igual que yo, pero mi madre y Eduardo nos esperan y será mejor que no los enfademos demasiado ¿No crees?
- ¡Carámbanos! – se me había olvidado todo lo que había pasado la tarde anterior. El miedo y el temor recorrieron de nuevo mi cuerpo haciendo que temblara y me encogiera ante el simple recuerdo de todo aquello. Lucas me levantó del suelo al que me había caído de rodillas por la desesperación y me volvió a estrechar contra su cuerpo.
- No te preocupes preciosa, no va ha pasar nada – lo miré con la duda en los ojos, con las lágrimas empañándolos por completo luchando por salir de ellos.
- ¿Estás seguro?
- Si – y esa sola palabra me reconfortó, me llenó de seguridad y de esperanza.
- ¿Pero qué les vamos a decir?
- La verdad – dijo muy serio
- ¿La verdad? ¿Te has vuelto loco? – le pregunté sorprendida, casi en shock, no me podía creer lo que estaban oyendo mis oídos.
- Si, - contestó – al menos la verdad sobre lo que quieren ellos – dijo guiñándome un ojo y sin más me contó su plan para que les contásemos una verdad a medias para que nos dejaran en paz.
Estuvimos hablando de cada una de las posibles preguntas y de las respuestas que tendríamos que decir sin que se notara del todo que no eran exactamente ciertas, poniéndonos de acuerdo en cada palabra, frase o coma que diríamos. Tras todo ello Lucas me ofreció espacio para vestirme saliendo de la habitación y bajando para preparar un poco el terreno y saber como estaba realmente la situación.
Me quedé pensativa unos instantes hasta que me di cuenta de que estaba de nuevo de rodillas y temblando a causa de los nervios sobre el suelo. Entonces fui consciente de que me encontraba desnuda a excepción de mis braguitas. No recordaba exactamente lo que había sucedido la noche anterior, solo tenía la certeza de que Lucas y yo habíamos acabado desnudos completamente el uno sobre el otro tras haber jugado con nuestros cuerpos largo tiempo ¿o también todo eso había sido tan solo un sueño? Ya no me encontraba segura de nada, de nada en absoluto.
Me vestí y bajé lentamente las escaleras escudriñando cada palmo del almacén en busca de alguna señal de Kate o de Eduardo, pero no encontré ninguna. Oí la risa radiante de Lucas en la cocina hablando con Dana y Raquel, la cual sonaba despreocupada y alegre en esa mañana. Fui andando hasta la puerta y entré en la pequeña estancia, todos me miraron y, tras un segundo en completo silencio, me invitaron a que los acompañara a desayunar junto a ellos.
- ¿Dónde están Kate y Eduardo? – pregunté aunque al hacerlo mi garganta se volvió a hinchar ahogándome con mi propio aire.
- Se han marchado temprano, ya sabes, para ir a buscar al otro grupo que se unirá a nosotros hoy mismo ¡Qué ganas tengo ya de ver a nuestros viejos amigos! – dijo Dana entusiasmada por la idea.
Me quedé mirándola petrificada en el sitio, se me había olvidado por completo que más miembros de la cruz negra se nos unirían para no sé que plan que Kate tenía en mente. Lucas vio la preocupación en mis ojos, pues el aumento de miembros solo significaría estar en más peligro que antes de ser descubiertos y eso no era lo que nos convenía a ninguno de los dos en aquellos momentos. Me cogió de la mano y me la apretó al mismo tiempo que me hacía moverme hacia él y la silla vacía que estaba a su lado. Su confianza en que nada malo iba a pasarnos me molestó por lo certera que sonaba, pero al mismo tiempo consiguió, como no, reconfortarme de nuevo.
Las risas y las bromas fueron las dueñas de la mañana que pasamos los cuatro juntos. Tras desayunar, salimos por la puerta de la cocina que estaba al lado del hornillo, al patio trasero para “comenzar a entrenar” como decía Dana. Lucas intentó negarse, pero Raquel y yo estábamos deseosas de comenzar a aprender para poder defendernos por nosotras misma, por lo cual, tras nuestra insistencia, Lucas al fin accedió de mala gana y comenzamos con el entrenamiento.
Dana se puso a practicar con Raquel, a la que se le veía más contenta, tras enseñarnos a ella y a mí algunos movimientos ensayados con mi novio. Lucas se emparejó conmigo, lo que era normal, aunque Dana no estaba muy de acuerdo, pues argumentaba que Lucas me ganaría de lleno, pero tras ver como era capaz de rehuir el ataque de mi novio se tranquilizó y le enseñó a Raquel algunos golpes para comenzar a defenderse.
La tarde pasó rápido, Lucas y yo no nos esforzábamos casi nada, de hecho parecía que nos aburría combatir, sin embargo, nos lo estábamos pasando genial con aquello, conocía muy bien el porqué de que él no se empleara a fondo, al igual que yo no lo hacía pues hubiese sido muy sospechoso que nos moviéramos muy rápido o nos enfrentáramos el uno al otro con mucha fuerza, de hecho yo siempre acababa rodeada por los brazos de Lucas en un intenso abrazo con el que me demostraba una y otra vez lo fácil que era capturarme aunque lo pusiera un poco difícil algunas veces, pero lo que más me gustaba de todo aquello era que, tras explicarme los fallos que había cometido y antes de soltarme por completo, me apretujaba aún más contra su pecho y besaba dulcemente mi cuello haciendo que me relajara por completo. Además estaba la cuestión de que no conseguía verle como objetivo, si a eso le sumamos que cada vez que intentaba atacarle por mi mente pasaban “ataques” del tipo quitarle la camiseta, besarle en los labios, arrancarle los pantalones, etc., al encontrarme cuerpo a cuerpo con él ya estaba tan acalorada que me ruborizaba y no era capaz de placarle al igual que Dana lo había hecho para enseñarme.
Fui un día muy divertido e interesante, en el que solo paramos un rato para comer y descansar antes de continuar con los entrenamientos, hasta que la negrura de la noche nos envolvió por completo.
- ¡Qué raro! – comentó Dana cuando entrábamos de nuevo en la pequeña cocina.
- ¿El qué? – le preguntó Raquel.
- Que Kate, Eduardo y todos los demás no hayan vuelto aún ¿no os parece?
- ¿No les habrá ocurrido nada malo, verdad? – la voz de Raquel sonó muy preocupada, pero Dana y Lucas rieron a la vez fuertemente.
- ¡Qué va! Seguramente estén teniendo más problemas que de costumbre para ocultar su rastro, pues son un número bastante numeroso y por eso no es fácil no ser localizados, seguramente hayan esperado hasta la noche para regresar de una mientras una patrulla vigila el perímetro alrededor de este almacén – contestó Dana entre grandes bostezos de cansancio. Raquel la miraba de hito en hito sin saber muy bien que decir ante la despreocupación que sentía la muchacha. Ésta advirtió su estado y dándole una gran palmada en la espalda agregó - ¡Bah! No te preocupes Raquel, verás como esta noche nos despiertan cuando nuestros sueños estén en lo más interesante. – tras lo cual se volvió a reír exageradamente. Raquel quedó un poco más tranquila y asintió ante las palabras de la cruz negra.
- ¿Nos acostamos? – nos preguntó a todas Lucas, aunque sus ojos me señalaban directamente a mí.
- Sip, ¿por qué no? Total, no sabemos cuando van a aparecer y no creo que lo hagan pronto – le respondió Dana con una sonrisa de oreja a oreja, la cual él le devolvió divertido.
Así pues, subimos a nuestros respectivos dormitorios, si es que a lo de ellas se le podía llamar así. Estaba muy cansada, por lo que cuando Lucas y yo nos acostamos en nuestro colchón, le di un largo y acalorado beso de buenas noches y le dije, ante su mirada suplicante de más, que estaba muy cansada y que no me encontraba con fuerzas como para ser capaz de ser una buena amante aquella noche. Se rió de mi comentario, me besó varias veces más y al fin me abrazó para que me durmiera. Esa noche, gracias a Dios, fue una noche sin sueños, al menos hasta la sorpresa que nos dieron.
Oí un gran estruendo que me hizo gritar del susto, cuando lo hice Lucas me puso la mano en la boca y acercándose a mi oído me dijo:
- No grites Bianca y no te muevas de aquí. – se levantó, agarró su camiseta y salió lentamente por la puerta en dirección a donde Dana y Raquel dormían.
- ¿A dónde vas? – le pregunté preocupada por su expresión tensa y alerta.
- Voy a por Dana y los demás, creo que nos están atacando…
- ¿Atacando? – le interrumpí con el terror en mi voz - ¿quién? – aunque podía imaginarme la respuesta.
- No lo sé, pero lo averiguaré. Tú no te muevas por favor. – y sin más salió por a puerta en busca de Dana.
Estaba petrificada, si al fin la Sra. Bethany nos había descubierto tendría que reconocerle lo rápida que había sido por ello, pero al mismo tiempo sentí un gran miedo por todas las personas que estaban dentro de aquel almacén, incluidas Raquel y yo, pues la Sra. Bethany no era conocida por ser precisamente piadosa con sus actos y éstos seguramente no estarían llenos de buenas intenciones después de lo sucedido hacía tres días.
Mientras me mantenía en un estado de absoluto silencio y quietud sobre el colchón tendido en el suelo, comencé a oír las voces y gritos de las personas que se encontraban en el almacén aquella noche. Eran mínimos los miembros que se habían quedado de la cruz negra para proteger el escondite donde nos encontrábamos, a lo sumo eran diez personas junto con nosotros cuatro. No éramos suficientes, eso era de seguro, contra la ira de esa mujer.
Me levanté dispuesta a ayudar en lo que fuese necesario, sobre todo al pensar en Lucas y su seguridad, vale, reconocía que él ahora era más fuerte y rápido que antes, pero aún así no podía quedarme quieta y esperar. Cuando llegué a la puerta casi me di de bruces con él.
- ¿A dónde crees que vas Bianca? – me preguntó con el ceño fruncido.
- A ayudar, por su puesto.
- ¡No! – me dijo alzando la voz hasta ese instante hecha un susurro.
- ¿Pero por qué? Quiero ayudarte.
- No y no Bianca, no sabemos a lo que nos enfrentamos y no voy a dejar que te expongas a ningún peligro que no sea yo. – intentó sonar divertido y gracioso, pero no lo consiguió, la tensión se podía notar en cada célula de su cuerpo.
- No es justo. – se acerco a mí agarrando mi cara entre sus manos y, tras besarme nostálgicamente en los labios me dijo.
- Lo que no sería justo es que justamente ahora que puedo tenerte solo para mí corras riesgos innecesarios ¿de acuerdo? – asentí aunque no sin mostrar mi enfurruñamiento – Así me gusta preciosa, ahora quédate aquí y no te muevas bajo ningún concepto ¿entendido?
- ¿Y Raquel? – pregunté temerosa por mi mejor amiga.
- Dana se está ocupando de ella al igual que yo hago contigo. Ahora por favor no te muevas y bajo ningún concepto salgas de la habitación oigas lo que oigas ¿entendido? - Y dicho eso se marchó de nuevo a través de la puerta de la habitación.
Me quedé allí sola, concentrada en cada uno de los movimientos que mis oídos captaban, sobretodo los de Lucas. Había un gran revuelo, mucha gente se movía rápidamente por el piso inferior, gritando, jadeando por el esfuerzo, luchando cuerpo con cuerpo contra los adversarios que nos habían invadido. Oí como alguien informaba al grupo que la corriente debía haber sido cortada pues no funcionaba ante la pregunta de otro miembro del grupo de si alguien los había reconocido. Pero antes de que me diera cuenta de nada más, todos mis sentido quedaron fijos en los ruidos que alguien hacía en el piso de arriba, buscando, abriendo puertas y corriendo los telares del lado contrario a donde se encontraba Raquel; pero antes de que alcanzara siquiera la puerta para ir a por ella, la voz de Lucas me distrajo “No son vampiros, son humanos”, me quedé por un momento parada y mi cuerpo extrañamente se relajó, si no eran vampiros no había de que preocuparse seguro, aún así no me fiaba de la suerte de mi amiga.
Al acercarme a la puerta, casi a punto de tomar el pomo, sentí el latir de un corazón acelerado, pero con una respiración regular y silenciosa para las circunstancias en las que nos hallábamos. Me puse detrás de ésta para abalanzarme sobre quien osara traspasarla, mis músculos estaban tensos, contraídos, preparados para atacar. Aquella persona desconocida se paró justamente tras la puerta de la habitación expectante, cauteloso, tal y como lo había hecho anteriormente. Abrió la puerta despacio, lentamente mientras cubría la retaguardia con giros rápidos de su cabeza mirando a un lado y a otro, me tensé aún más tras ésta, pero no me moví, solo esperé a que estuviera dentro de la estancia. Cuando la mitad de su cuerpo había traspasado por completo la puerta le agarré del brazo y lo lancé fuertemente a través de la pequeña habitación hasta estamparse contra la pared que había debajo de la ventana, pero antes de que pudiera salir de allí, me agarró fuertemente y tiró de mi de nuevo a su interior, me enfrenté a él, no podía verle los rasgos ya que la débil luz que normalmente se colaba por la ventana se había extinguido y mi visión nocturna aún no era lo suficiente precisa como para distinguirlos con exactitud. Pelamos cuerpo a cuerpo fieramente, sabía que era una mujer, pero eso no le importó, no lo detuvo y asestó los golpes con la fiereza de un oso, sin importarle el daño que pudiera causarme. Lo mismo hice yo, al principio no quise usar toda la fuerza que tenía, pero su ferocidad me impulsó a usar la mía, violentamente lo golpeé una y otra vez sin descanso, era fuerte y rápido, pero no lo bastante para mí, ahora la que atacaba una y otra y otra vez era yo, él solo podía protegerse de mis golpes, de mi ataque. Me sentía plena, feliz y poderosa, sensaciones que me dieron aún mayor energía para enfrentarme a mi agresor. Cuando intuyó que no podría ganarme, intentó huir por la puerta, pero me interpuse en su huida y cerré la puerta ante sus narices impidiéndole escapar, quedó parado y dirigió su atención de nuevo hacia mí, no le podía ver, pero estaba segura de que me miraba perplejo, aquello me hizo gracia y sonreí. Lo empujé de nuevo contra la pared de enfrente y cayó sobre el colchón, pero antes de que pudiera reaccionar fui yo quien se le echó encima, placándolo más fuerte contra el colchón que amortiguaba los golpes. Intentó soltarse y casi lo consigue, casi, pues cuando creía poder escapar lo agarré más fuerte y tiré de él, hice presa a sus brazos de una de mis manos y con el antebrazo de la otra le sujeté del cuello, casi ahogándolo pero sin hacerlo, mientras mi cuerpo cernía el suyo con mi peso contra el colchón.
Justo cuando ya lo tenía amarrado fuertemente sin poderse mover, las luces volvieron y me quedé congelada al mirarle a la cara. Tenía unos grandes ojos azules tan intensos como el propio mar y en ellos cruzaban unas líneas doradas semejantes a los destellos que el sol le arranca al agua marina cuando luce en la playa. No me lo podía creer, no podía ser cierto. Retiré mi presa sobre su cuello y puse mi mano al lado de su cabeza, acercándome un poco más a él, despacio, tenía que asegurarme que no estaba soñando de nuevo, pero los ruidos de la planta de abajo no habían cesado, aún no, lo que me confirmo que no lo hacía. Aspiré su aroma y eso solo fue un incentivo más a mi confirmación de que estaba en lo cierto, olía a sol y a playa, al mar. En ese momento también él estaba sorprendido y me miraba fijamente, ni siquiera parpadeaba. Nos atrapamos mutuamente con la mirada del otro, nuestras respiraciones comenzaron a jadear y acelerarse junto con el pulso que se disparaba en nuestros respectivos pechos. No podía ser, simplemente esto no podía ser real, no ahora, pero nos habíamos reconocido mutuamente, sin lugar a dudas. Era el muchacho de mi sueño, el muchacho al que me había entregado en pos de Lucas y al que me había convencido a mí misma que solo era eso, un sueño, ahora estaba allí, debajo de mi cuerpo, podía sentirlo tan intensamente como lo había hecho en la noche, en la inconsciencia, en el dormir. Era Adam de eso no había duda, era real y estaba allí, debajo mía, de nuevo.

Capítulo 32

No me lo podía creer. No podía ser cierto. Intenté retirarme de aquel chico que era real, pero que aún no me lo parecía, era más un espejismo cuyo cuerpo quemada debajo del mío, me abrasaba y debía retirarme de ese fuego antes de caer en él.
Mi pulso y mi respiración se aceleraron tanto que creía que tanto mis pulmones como mi corazón iban a salir disparados por mi boca en cualquier momento. Retiré mi presa de alrededor de las muñecas de Adam, pero éste no se movió ni un milímetro de donde estaba, sin embargo, no dejaba de mirarme con la misma perplejidad con la que yo lo miraba a él. En su mirada, además de la sorpresa, se encontraba un sentimiento que cada vez se me hacía más familiar, el deseo creciente ante mi presencia. Por un efímero instante se me pasó por la cabeza dejarme llevar por éste al igual que lo había hecho durante mi sueño, mi cuerpo lo deseaba, deseaba experimentar de nuevo la pasión desenfrenada, sin tapujos que Adam y yo habíamos compartido en el sueño, ahora realidad, pero mi cabeza y el interior de mi corazón me gritaban una y otra vez que no se me ocurriera, que aquello había sido solo un error fruto de la desesperación que yo tenía por aplacar mis ansias de hacer mío a Lucas, y sabía, aunque en ese instante me lo quise negar a mí misma para poder dejarme llevar, que tenían razón, ambos sin excepción.
Apoyé mis manos una a cada lado de la cabeza de Adam y me impulsé para poderme levantar y alejarme de él, ya que cuanto más tiempo pasaba a su lado más ganaba terreno el deseo de mi cuerpo sobre la racionalidad de mi cabeza y el amor incondicional de mi corazón a Lucas. Aún así, por ningún motivo podía permitirme dejarme llevar por ningún sentimiento presente o naciente en mí con él, no, no podía permitírmelo, ya que ello supondría una contradicción en contra de mis principios, de mis creencias, de todo lo que se me había inculcado, pero sobretodo, era algo que iba en contra mía, de mi propio yo y de la persona que verdaderamente era. Finalmente me obligué a levantarme, pero al hacerlo las manos de Adam me atrajeron de nuevo hacia él obligando de nuevo a mi cuerpo a apoyarse sobre el suyo. Su calor, la suave piel que recubría cada centímetro de su ser rozaron toda la superficie de mi cuerpo, haciéndome estremecer ante su roce, el calor que le envolvía comenzó a inundarme por completo haciendo que los deseos de mi piel comenzaran nuevamente a ganar sobre mi mente.
- ¿A dónde crees que vas mi reina? – el suave y cálido aliento de Adam sopó sobre mi rostro sudoroso, haciendo que se convirtiera en una ligera y suave brisa que rozaba las células de mi cara, estremeciéndolas bajo su contacto. No pude responderle nada, no me pude negar a su abrazo, fuerte y enérgico, bajo el que me encontraba, al igual que en el sueño mi cuerpo no me respondía, no obedecía a mi mente. – No puedo creer que te tenga entre mis brazos, al fin te he encontrado, después de buscarte durante meses, de solo poder amarte en sueños, por fin te tengo a mi lado.
- No sé a qué te refieres – le dije, intentando sonar extrañada, asustada y confundida ante sus palabras como lo hubiese hecho con cualquier extraño, pero Adam no era un extraño y no sabía si mi engaño le convencería.
- No bromees por favor, Bianca. - ¡Maldición se acordaba de mi nombre!, eso quería decir que lo de anoche no solo fue un sueño, antes de anoche, de soñar con él, nunca supo mi nombre, pero por el contrario ya no solo se encontraba allí, conmigo en carne y hueso, si no que también había compartido mi sueño, en el que nos habíamos amado por un pequeño lapso de tiempo, en el que me había entregado a sus besos y a sus caricias haciéndolo mío y siendo suya pensando que solo era eso, un sueño.
- ¿Cómo sabes mi nombre? – le pregunté haciéndome la sorprendida, intentando seguir con la falsa de que no lo había visto en toda mi vida.
- Bianca… – dijo susurrando dulcemente mi nombre en mi oreja, haciendo que los deseos de mi cuerpo crecieran aún más.
- Mira, no sé como sabes mi nombre ni quién coño eres, pero suéltame o me obligarás a soltarme por mí misma de ti de una forma que no va a ser muy grata. – dije medio enfadada de forma que comprendiera que no lo conocía, aunque todo mi ser me gritara una y otra vez que me entregara de nuevo a sus brazos.
- No seas tonta – me contestó burlonamente, sin tragarse para nada la farsa a la que lo estaba sometiendo.
- ¡¡DÉJAME!! – le espeté gritando mientras intentaba zafarme de su abrazo con todas mis fuerzas.
Al ver mi empeño por liberarme, Adam finalmente me soltó con la frustración, el desconsuelo y la confusión reflejados en el rostro. No entendía como podía ser la chica que la noche anterior se le había entregado completamente revelándole cosas de su persona que para él eran un secreto del que no se podía hablar y, ahora que por fin la había encontrado en la realidad, le rechazaba tan categóricamente negando que lo conocía, aún sabiendo que lo había reconocido por completo. No lo entendía y, para ser sincera, yo tampoco.
Pero cuando creía que de verdad podría de una vez alejarme de él y pensar racionalmente en la lejanía de su cuerpo, de nuevo me equivoqué y todo comenzó de nuevo.
Cuando me puse de rodillas para levantarme, Adam me sorprendió agarrándome de nuevo y volteándome sobre mí misma de manera que su cuerpo tapara por completo el mío, no tenía salida, o usaba toda mi fuerza para escapar de él, cosa que no quería llevar a cabo, pues la advertencia de Lucas cuando me dijo que eran humanos los que nos atacaban fue categórica y precisa, por lo que sabía que si hería a Adam, Lucas se defraudaría de mí y no quería llegar a eso; además, no tenía porque ser así, pero si no lo hacía cabía la posibilidad de que mis deseos se adueñaran otra vez de mí y que el sueño de mi noche pasada se hiciera realidad de nuevo, lo que me llevaría a serios problemas con Lucas, problemas que no deseaba lo más mínimo, pues no quería pelearme con él. El cuerpo de Adam se amoldó perfectamente al mío, como algo natural, como había sucedido en el sueño y, al igual que en éste, de ninguna manera Adam se cortaba al llevar a cabo aquello que deseaba y, en ese instante, lo que deseaba era a mí. Se rió al ver la expresión de mi cara.
- Eres aún más bella en la realidad aún cuando tu pelo está despeinado y llevas ropa de chica normal y no de modelo de pasarela – me dijo, mientras su nariz recorría el borde de mi cuello, - hueles mucho mejor de lo que recordaba y tu tacto es mucho más suave – su mano acarició mi mejilla suavemente, disfrutando de cada palmo que bajo ella quedaba,- aún no sé como ha sucedido esto, pero doy gracias a Dios si es que existe por ello, por darme la oportunidad de haberte encontrado.
- Pues yo no me alegro de nada de eso, lo único que quiero es que te quites de encima mía y salir de aquí cuanto antes. No te conozco y lo único que sé es que pareces un obseso sexual o algo así - le dije con las palabras atropellándose en mi boca a causa de la falta de razocinio que me estaba dominando y empujándole para que se apartara de mí, pero él ni si inmutó, por el contrario parecía que aquello solo lo invitaba más y más a mí en vez de alejarlo. Cuando sus labios se acercaban peligrosamente a los míos por un segundo quedé paralizada debajo suya, instintivamente apoyé mis manos en su pecho en un intento de alejarlo de mí, pero él era fuerte y no sabía cuanto tiempo pasaría antes de que, finalmente, cayera en sus redes o usara mi lado vampírio para separarme definitivamente de él. En un último y desesperado intento le espeté a todo pulmón y empujándolo lo más humanamente posible que pude - ¡¡déjame en paz de una vez!!, ¡¡SUÉLTAME TE DIGO!! Chillaré si no lo ha….. – pero antes de que pudiera terminar con mi amenaza la puerta de la habitación que aún seguía cerrada, se abrió de golpe paralizándonos a los dos en el sitio mirando fijamente hacia ella.
Lucas apareció en ella, parado con el pomo en una mano y su cuchillo en la otra, flanqueándole a cada lado aparecieron Dana y Raquel respectivamente. Al vernos se quedó estupefacto, primero con una expresión sorprendida ante la forma en la que Adam y yo estábamos situados, luego perpleja, incluso dolorida al pensar en las diferentes interpretaciones que se podían dar a aquella escena tan singular, y por último enfadado, en él apareció la rabia tras entender que no era nada de lo que se le estaba pasando por la cabeza si no todo lo contrario al ver y analizar mi postura forzada bajo el peso de Adam.
- Quítate de encima de Bianca, Adam – pero al ver que éste no se movía añadió - ¡YA! – su voz sonaba dura y las palabras solo se fitraron entre sus dientes al hablar pues su mandíbula estaba apretada fuertemente a causa de la tensión que su cuerpo sentía.
- ¿Por qué? – preguntó Adam con sorna, intentando al mismo tiempo acercarse más a mí ante mi rechazo.
- Ella es mía y como no te quites de encima de ella no respondo de mis actos - Adam quedó paralizado por un instante, tras el cual obedeció de inmediato quedando tendido de lado sobre su codo en el colchón, la expresión de Lucas daba ciertamente un poco de miedo, pues su rostro estaba contraido en un gesto de puro odio hacia la persona que me atrapaba bajo su peso y había levantado el cuchillo amenazante sobre su cabeza. Nada más hacerlo, salté literalmente del colchón tan rápido como pude, quizás demasiado rápido para parecer completamente humana del todo, y me abalancé a los brazos de mi novio, de nuevo a la libertad.
- ¡Lucas! – susurré con alivio cuando me ví rodeada al fin por sus brazos.
- ¿Estás bien? – me preguntó igualmente en un susurro. Asentí con la cabeza sobre su pecho. Su corazón estaba acelerado por el enojo que la situación le había provocado, pero su respiración se mantenía regular, inamovible de la normalidad. – Espero que no le hayas causado ningún daño a mi novia Adam porque si no… - dejó su amenaza sin concluir y me estrechó más entre sus brazos al recalcar la palabra novia. Me sentía feliz de estar por fin junto a él, pero el orgullo que en ese momento me reconcomía por la defensa que había llevado por mí, era más que suficiente para que la alegría de ser suya y que él fuese mío me embargara por completo y eso me bastó.
Al escuhar las palabras de Lucas, Adam quedó completamente conmocionado, no lo miré, pero pude oír como su respiración y el latido de su corazón se detenían durante un largo segundo que me pareció un minuto.
- Tu novia – dijo con un hilo de voz, compunjida por el asombro y el dolor que comenzaba a aflorar en él seguramente.
- Si, mi novia, has oído bien, y espero que la respetes pues es mía y solo mía ¿me entiendes tío? – me quedé paralizada y me entró el miedo al oír, bueno no se si realmente lo oí o lo sentí, como el corazón de Adam se partía en pedazos y quedaba roto al quedar confirmado que yo no sería para él, sino que pertenecía a otro.
Por mi cabeza pasaron millones de pensamientos, situaciones y palabras de apoyo para que él no sufriera de aquella manera, pero lo único que hice fue estrechar a Lucas aún más contra mi cuerpo y dejarme llevar por su aroma y los latidos de su corazón. No quería ver el estado en el que se encontraba Adam por miedo a no poder resistirlo y abalanzarme sobre él llevando a confusión aún más a todos los que allí se encontroban, incluyendo al propio Adam y a mí misma, pero el dolor de éste se filtraba a través de la habitación tan arrolladoramente que me inundó por completo como si fuese mío propio. Adam estaba destrozado, oí como caía en el colchón sobre la espalda, desmoronado y destruido por mis actos. No lo soporté más y giré mi cabeza hacia su persona con las lágrimas del dolor que había crecido en mí por su causa en mis ojos. Cuando lo hice, sentí la mirada de Lucas enfocada en mi cara, extrañado ante todo aquello, pero Adam pareció sentir exactamente lo que estaba haciendo, pues justo en el momento en el que me giraba por completo para mirar su estado, sus ojos se encontraron con los míos y, como en las anteriores veces había pasado, quedé prendada de aquellos ojos tan azules como el mar con los reflejos del sol en ellos, su dolor era inmenso, más de lo que me había imaginado, su tristeza se reflejaba perfectamente en ese océano cristalino de amargura y desolación por la terrible verdad con la que se había topado en vez del cuento de hadas con el que tanto soñaba. Pero al mirarme un destello de esperanza brilló en sus pupilas al ver que sus sentimientos me afectaban tanto como a él, pues en ese momento, sin quererlo, le quedó confirmado que lo había reconocido desde el principio, que lo recordaba, pero lo peor fue que Lucas también se cosco de ello.
Avergonzada, arrepentida y llorando como una magdalena, volví de nuevo mi rostro hacia Lucas, mojándole la camiseta manchada y rota por las lágrimas, pero en vez del rechazo y las recriminaciones que me merecía por todo lo acontecido en los últimos minutos dentro de la pequeña estancia, me estrechó aún más fuerte entre sus brazos, me besó en la cabeza y susurrándome al oído me dijo:
- No pasa nada mi ángel, ya me lo explicarás más tarde. – y sin más sus brazos se cerraron más sobre mi cuerpo, casi estrangulándome entre ellos, pero no me importó lo más mínimo, lo único en que pensaba era en lo agradecida que le estaba por su paciencia y su benevolencia, por el infinito amor que me tenía. En esos momentos me dejé llevar y llenar por completo por ese amor entre ambos, ¿cómo había podido ser tan estúpida entregándome a otro aunque fuese en la inconsciencia teniéndole a él entre mis brazos?
- Creo que nosotros deberíamos irnos – las palabras de Dana me sacaron de mis pensamientos, sobretodo al recalcar de una forma tan abrupta el "nosotros", incluyendo en él al pobre Adam.
- Marchaos vosotras si quereis, yo me quedo aquí pues hay cosas que tengo que hablar con este par – contestó éste con voz un poco desafiante ante la brusquedad de las palabras de Dana.
Lucas se irguió en ese momento y, aunque no lo miré a la cara por miedo a ver su expresión, supe que el odio que se había rebajado al sentir mi contacto con su cuerpo, volvía a aparecer con más fuerza incluso que antes.
- Largo – le dijo en respuesta.
- No
- He dicho que te largues Adam, de momento no pintas nada aquí.
- Pues yo creo que si.
- Ésta es nuestra habitación y no eres bien recibido en ella, asi que largo, ¡ya!
- No – la obstinación de Adam era verdaderamente muy molesta. Lucas me soltó y se mostraba dispuesto a abalanzarse sobre él que se encontraba solo a un pequeño paso de distancia de nosotros. Adam ya se había incorporado también sobre el colchón como esperando e incitando la pelea inminente que se abría paso entre ellos. El calor que entre ambos se filtraba a través de mi cuerpo era abrasador.
Agarré fuertemente a Lucas por la cintura sin permitirle avanzar hacia Adam, la actitud de éste también me había molestado sobremanera, pero no veía conveniente comenzar una pelea por aquello y menos tal y como estaban las cosas ahoramismo. Lucas intentó zafarse de mí, pero cuando levanté la mirada suplicándole que no lo hiciera por el bien de los dos, de nosotros dos, me devolvió una mirada casi asesina, pero tras atraparle con mis ojos, pareció aplacarse y rendirse ante mi súplica.
- Vámonos Adam, por favor, no me apetece para nada otra charla de Kate y tu padre sobre los lazos de unión entre los miembros de la cruz negra por vuestra culpa, ya sabes como resolvemos nosotros los encontronazos que nos creamos, así que sé paciente y dejemos a éstos dos solos. – agradecí enormemente la intervención de Dana, y con los ojos le dije lo mismo a Lucas, le supliqué de nuevo que la escuchara y le hiciera caso, lo cual también motivó a Adam, pues sin rechistar y lanzándonos una última mirada a Lucas y a mí, cuyos ojos no se despegaban el uno del otro, salió de la habitación resoplando y con el corazón aún acelerado ante el deseo de que Lucas le siguiera. Éste por su parte dejó caer el cuchillo al suelo en señal de rendición.
Las palabras de Dana habían creado en mi cabeza miles de dudas, pero éstas se vieron mermadas por lo que ocurrió después.
Tras salir Raquel y Adam, Dana nos echó una última mirada de disculpa y cerró la puerta tras de sí, aún con el ruido que eso produjo Lucas y yo nos seguimos mirando durante unos minutos más, tras los cuales él se retiro lentamente de mí, como si no quisiera, pero como si necesitara hacerlo por alguna razón. Lo deje ir, pues ya había sido suficientemente duro todo lo que acababa de pasar como para reprocharle algo o agobiarle de alguna forma, prefería que pensara, que asimilara todo lo que había pasado a su ritmo, sin presiones, ya que hasta que no lo hiciera nos sería imposible hablar de ello con calma y sosiego.
Anduvo de espaldas, con la cabeza gacha, sin levantar la mirada, hasta la puerta donde se apoyó, se quedó quieto unos minutos tras los cuales me asusté al ver que se iba escurriendo poco a poco por la superficie de ésta hacia el suelo temblando de pies a cabeza levemente.
- Lucas … - intenté acercarme a él, pero sin mirarme siquiera, me paró con un gesto de la mano para que no me acercara, quedé a solo dos palmos de él, preocupada, pero obedecí y paré, dejándole libertad.
Cuando por fin se sentó en el suelo, atrajo sus rodillas contra su pecho, se le veía tenso, como si librara una lucha interna con él mismo. Me desmoroné, pues supuse que era por todo lo que había pasado con Adam, pero como la mayoría de las cosas que me pasaban últimamente, con eso también me equivocaba.
Abrazó sus piernas y metió su cabeza entre ellas, entonces me asusté de verdad al ver que su cuerpo temblaba aún más, más bien se convulsionaba, en toda su envergadura, su respiración y sus latidos se dispararon como si los pulmones y el corazón se les fueran a salir del pecho por la boca, la cual apretaba violentamente.
- ¡Lucas, Lucas ¿qué te pasa?! – le dije intentándolo abrazar mientras él, sin responderme, me alejaba con una mano de su posición - ¡Lucas por favor! – le supliqué no queriendo alzar la voz, pero con verdadero pánico recorriendo cada centímetro de mi cuerpo al verlo así.
- Bianca, … aléjate… déjame … un … momento … por favor… - dijo entrecortadamente con la voz forzada como si estuviera reteniendo algo interno que quisiera salir de él. Su mandíbula estaba tan apretada que se marcaban claramente todas las venas que la recorrían.
- ¿Pero que te pasa? – sabía que no me iba a contestar, pero la pregunta se escapó de mis labios sin poder evitarlo. Me acerqué más a él para abrazarlo, pues los temblores parecían haber aminorado, aunque todavía seguía con ellos, pero de nuevo su rechazo categórico me dejó perpleja y aún más preocupada.
Nos quedamos en silencio durante unos minutos durantes los cuales el pulso y la respiración de Lucas se fueron normalizando y los temblores casi habían desaparecido. Me pareció un buen momento para intentar acercarme de nuevo, esta vez no me rechazó, pero tampoco reaccionó ante mi contacto, por el contrario al sentir mi tacto sobre su piel, volvió a ponerse rígido y las convulsiones aparecieron de nuevo más fuertes si cabe que antes. Quise alejarme, en completo estado de shock, pero para cuando lo fui a hacer, Lucas me agarraba fuertemente las muñecas entre sus manos, mirándolas como si fuesen el más exquisito de los manjares. En ese momento me dí cuenta de lo que le atormentaba, no era lo que había pasado con Adam lo que lo estaba torturando, era mi cercanía, pero no sabía el porqué, entonces un diminuto triángulo que sobresalía de entre sus labios me llamó la atención. Sorpresa, miedo, desesperación, alegría, preocupación, fueron algunos de los sentimientos que me recorrieron la columna vertebrar al verificar lo que mis entrañas me estaban gritando desde dentro, Lucas no estaba luchando contra nadie ni contra algo, estaba luchando contra sí mismo, contra el demonio que la furia había despertado dentro de él, luchaba en contra de lo que se estaba convirtiendo, la rabia tan grande que había sentido en aquellos días, las ganas de matar del día anterior, el extraño deseo en sus ojos al mirarme y que tenía en la cocina ante la sangre de Eduardo, las ansias por la sangre, mi sangre en concreto, aparecían por fin en él. Al fin Lucas estaba sintiendo la sed de un verdadero vampiro que me miraba las venas de las muñecas con el mismo deseo en que un alcohólico mira una botella de whiski cuando lo está dejando he intenta sobreponerse a ello. Los poderes vampíricos de Lucas se habían desarrollado mucho en este tiempo y, junto a ellos, el vampiro que tenía dentro le poseía cada vez más con aquel aumento de poder, se aferraba en sus adentros y se hacía más fuerte, quería salir, quería poseerlo por completo y actuar según dictamina su naturaleza, quería revelarse y Lucas sufría por ello, sufría por el continuo martirio al que eso lo sometía, luchaba por su autocontrol, por no perder los estribos, conocía muy bien esa sensación pues yo misma la vivía cada día, pero él lo estaba pasando solo, sin pena ni gloria, sin pedir ayuda, y en ese momento le costaba horrores contener a ese ser que intentaba emerger de sus adentros y dar por fin la cara, la rabia lo había despertado, el dolor y las ansias de venganza lo estaban alimentando y hacían que su sufrimiento y su dolor aumentaran casi sin poder controlarlo.
Su sufrimiento me impulsó a actuar, no pensé para nada en ello, no soportaba de ninguna manera su sufrimiento si yo lo podía paliar. Levanté la mirada hacia él quien me miró perplejo, y cogiendo su barbilla entre mis manos le obligué a mirarme. Sus ojos se mostraban torturados y avergonzados ante lo que estaba pasando, pues se veía claramente que él no quería que sucediera y le dolía que me hubiese dado cuenta de aquella manera, que lo hubiese descubierto como si fuese un maldito mentiroso, débil y cruel, cazado en una de sus múltiples mentiras, el solo verlo así me dolía. Sonriéndole y segura de lo que hacía, aunque no supiera exactamente las consecuencias que aparecerían con ello, le dije:
- Muérdeme – mientras acercaba hacia su boca la hendidura de mi cuello, exponiéndolo a su sed.

Bueno pues hasta aki los capis q ya había subido al foro, de ahora en adelante encontraréis os nuevos tanto aki como en él.
Besitos.

2 comentarios:

  1. estrella hola soy zeresada!!esta bn!! bonito tu blog!! felicitaciones!! y bueno me tienes con ancias!! por el siguiente capi!! nos has hecho esperar bastante!1 y estoy segura que valdra la pena!! pero masomenos para cuando publicaras el siguiente??? cuidate besos!!!

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  2. ola estrella soy k-ro
    acabe de leer de nuevo este capitulo y quede de nuevo pa dentro,loca , y en choc jijijij y espero con ansias el siguiente capi ya quiero saber q va a pasar con adam
    besos xau

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